martes, 29 de agosto de 2017

Durmamos...


Esta fotografía titulada L'homme de la nuit, fue tomada en 1939 en las escaleras del Cours Dajot de Brest, el Finisterre francés, como parte de una escena considerada de culto para todos los amantes del cine de Jean Gabin. Se trata de "Remorques" -traducida al español hábil y piadosamente como "Remordimientos"-, película que fue filmada a salto de mata entre 1939 y 1941, debido al inicio de la guerra. Con la perspectiva que da el tiempo pasado, la propia imagen de la escalera parece tener la intención de anunciarnos los tiempos oscuros que estaban por llegar. 

La película era una adaptación de la novela del mismo título de Roger Vercel, quien un año antes había obtenido el premio Goncourt por su "Capitán Conan". Jean Grémillon, director de la película, tuvo el acierto de incorporar a su equipo a René-Jacques, uno de los grandes maestros del blanco y negro en Francia, y cofundador del Groupe des XV, dedicado a promover la fotografía como disciplina artística.

La escena de la escalera tuvo que ser repetida cerca de una docena de veces, pues las condiciones metereológicas, siempre tan dadas a cooperar, no estaban por la labor aquél día de julio de 1939. Tuvieron que emplearse los cañones de agua del cuerpo de bomberos para simular la lluvia y un helicóptero del cercano aeroclub de Guipavas para paliar la ausencia de viento...

Todo ello no importa. De hecho, para nosotros, para quien vea la película, Jean Gabin desciende las escaleras sólo, hundido en la oscuridad de la noche y el fragor del viento, con la sola compañía de la lluvia y en un lugar recóndito, conocido desde antiguo como "el fin del mundo".

El otoño se acerca y acortan los días. 

Durmamos... 



lunes, 21 de agosto de 2017

En un lugar remoto


Vagando por los caminos que recorren los valles de Aure, Louron y Luchon, nos encontramos con cerca de una docena de pueblos y aldeas que conservan en sus iglesias los frescos con los que fueron adornadas allá por la segunda mitad del siglo XV. Hace unos días nos hablaron de que hay algunas semejantes y del mismo tiempo en Aran, al otro lado del Pirineo. Pero allá, cómo no, hay que estar a hora y día determinado, pagar y escuchar al explicante de turno si se quieren ver.


Nos ha gustado su espontaneidad, frescura, y algún que otro sorprendente giro narrativo que nos hace creer que el autor tenía unos conocimientos muy concretos del reverso profano de lo que estaba contando... En resumen, nos conmueve el encontrarnos con aquello en el silencio de estas pequeñas iglesias perdidas en el corazón del Pirineo. También el verlas en unos lugares que en aquél entonces podrían ser los más remotos e incomunicados, y en los que éstas representaciones eran una de las pocas visiones que tenían sus habitantes de lo que estaba más allá de sus montañas.


Nos quedamos con las ganas de saber más de aquellos autores anónimos. ¿se trata de artistas locales, o de compagnons que recorrían aquellos pueblos viviendo de su trabajo? Y nos llama la atención la coincidencia temporal de todas ellas...


lunes, 7 de agosto de 2017

Ella espera...


Inquieta pensar que esta hermosa y plácida obra de Jean-Jacques Henner encabezada con la leyenda "Elle attend", tenga en sí una intención tan alejada de lo que pudiera pensarse en un primer momento como es la de la venganza. "L’Alsace. Elle Attend" (1871) es una obra encargada por un industrial alsaciano tras el fin de la guerra franco-prusiana, aquella que aniquiló a un imperio de opereta -el francés de Napoleón III-, para dar paso a uno nuevo muy parecido en su maneras -el alemán de Guillermo I-. Con la derrota, Francia perdía Alsacia y Lorena, que pasaban a manos de su vecino y enemigo.

Muchos franceses, y en especial los que vivían o tenían interés en los territorios perdidos, se opusieron a la rendición, y popularizaron esta obra como el recuerdo de un deber patriótico... El crítico de arte Jules Antoine Castagnary dijo de ella en Le Siècle : "Tiene dieciséis años, la edad de la generación que verá cumplirse la inevitable revancha". No sabía bien lo cierto que era su comentario...

Me encontraba precisamente hace unos días con una versión apócrifa de una gran obra -El Conde de Montecristo-, que es un ejemplo claro de lo bien que sienta al arte desarrollar historias de venganza. Lo mismo pudiera pensarse de esta, si no fuera por el hecho de que es real, y desembocó en una contienda que arrasó el mundo allá por la segunda década del siglo XX.

Ella, la muerte, siempre espera.