Sigamos una vez más los hilos de existencias pasadas, merodeando por derroteros tan inesperados como sorprendentes. ¿Es posible que a principios del pasado siglo XX, el pintor Julio Romero retratara a la reina de los Vampiros de París?, ¿fue ella quién realizó en Hondarribia el primer film de ficción de Euskadi?, ¿realmente fue coronada como la décima musa por los surrealista?.
Hay un largo camino por delante...
Comienza el espectáculo
I. Fantomas
Paris, 1911. La atención popular, que
por aquél entonces no tenía muchos más entretenimientos que el de la lectura propia o ajena,
está centrada en las perversidades de un nuevo criminal. Éste muestra habilidades
casi desconocidas hasta entonces para el gran público, como es la del disfraz,
para suplantar la mayor parte de las veces a sus víctimas, o la de mostrar una sádica creatividad en sus crímenes, empleando plagas de ratas infectadas,
venenos de efectos insospechados y toneladas de arena con las que llena las
estancias de sus objetivos.
El criminal tenía un nombre: Fantomas. Y fue tal el impacto que provocó entre los lectores franceses de hace un siglo, que los hubo que se resistieron a creer que no era
otra cosa que el producto literario de Marcel Allain (1885-1970) y Pierre
Souvestre (1874-1914), publicado de mano de Arthème Fayard en forma de 32 episodios mensuales entre febrero de 1911 y septiembre de 1913.
Parte del éxito lo deben los autores literarios a Gino Starace, diseñador habitual de las portadas de la
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Portadas de Gino Starace para dos episodios de Fantomas. |
colección "Livre populaire" de Arthème Fayard. Tuvo la habilidad de abrir con estas ilustraciones una ventana al lector de coloridas promesas de aventuras a bajo precio. Bastaba con cruzar la mirada con ellas en alguno de los expositores de los quioscos de prensa de aquél entonces, para rendir el interés y sumergirse inmediatamente en la lectura de unos hechos que prometían todo tipo de emociones. En cierto modo, ilustraciones como las de Starace, y detrás de él las de los muchos y geniales autores de portadas de novelas baratas, han marcado y renovado las pautas estéticas del género policiaco y de aventuras tanto en su faceta literaria, como en la cinematográfica.
Extraña poco que en vísperas de la Primera Guerra Mundial, y con el resentimiento de
la derrota de 1870 todavía fresca en la memoria, sus autores hicieran al malhechor de los mil rostros alemán. A lo largo de la serie, nos revelan que Fantômas era realmente el archiduque Juan North, del principado alemán de Hesse-Weimar, nacido hace
precisamente 150 años, en 1867. Ya antes de convertirse en el famoso delincuente, tuvo un pasado aventurero, habiendo participado en la
guerra de los Boers en Suráfrica y recorrido medio mundo, desde la India hasta
México. Al futuro Fantomas le dio tiempo incluso para tener dos hijos ilegítimos, Vladimir y
Helène, con la aristócrata Lady Maud Beltham, que terminaría suicidándose en
1910.
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Juan Gris. Fantomas, 1915. |
Fue precisamente este pasado tan repleto de aventuras, así como esos marcados modales de dandy, y el profundo desdén que
mostraba por la ley y la moral establecida, lo que lo llamó la atención de las vanguardias de la época, que no tardaron en adoptarlo como modelo estético. Robert Desnos, a quién se le recuerda tanto por ser el crítico cinematográfico mas solvente del surrealismo, como por sus postulados militantes contra "el mal cine". Se cuenta que propugnaba entre los suyos el acudir a las salas cinematográficas donde se proyectara alguna película que no fuera de su gusto a dormir. Desnos dedicó al personaje un largo poema titulado "La Complainte de
Fantômas", que finalizaba así:
Allongeant son ombre immense
Sur le monde et sur Paris,
Quel est ce spectre aux yeux gris
Qui surgit dans le silence ?
Fantômas, serait-ce toi
Qui te dresses sur les toits ?
Atentas a todo el revuelo que se había organizado en torno a este nuevo rey del crimen, había personas mucho más pragmáticas y con instinto para los negocios, que vieron en las andanzas del malvado Fantomas un bocado muy apetecible... Algo ideal para explotar en ese nuevo medio de contar historias que era entonces el cine. Y es aquí donde pasa a la escena Louis Feuillade.
II. El hombre de cine
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Louis Feuillade |
Louis Feuillade (1873-1925) hizo de todo un poco antes de llegar al cine:
trabajó con su padre como
vendedor de vinos en el Languedoc, fue comerciante y aprendió los rudimentos de la carpintería, hasta que sus
inquietudes literarias lo llevaron a intentarlo con la poesía, el teatro, la
prensa e incluso la crítica taurina. El deseo de progresar en el oficio de las artes, le animó a dejar toda su vida pasada y marchar a París en busca de fortuna, donde, tras fundar un semanario satírico, fue haciéndose un nombre, pero no en el mundo de las letras, sino en otro más novedoso, revolucionario y en el que daría muestras de tener una clara habilidad: el cine.
Para 1913 era ya una figura reputada en aquella naciente industria francesa. Competía, como director
artístico de Gaumont, con Pathe y especialmente con Georges Méliès, para lo que tenía en su
haber una importante producción cinematográfica. Y fue buscando el modo de imponerse en aquella pelea, cuando llevado por su instinto se convenció de que
aquellos folletones dedicados a narrar las andanzas de un criminal tan original y del gusto de los lectores como lo era Fantomas, podían ser un éxito en la
pantalla.
Así que decidió probar suerte.
Además de centrarse en la adaptación de las novelas y en la producción, Feuillade quiso ser extremadamente cuidadoso con la selección de los intérpretes: a su entender, conocida la historia por el público, lo importante era que cada uno de los personajes que también iban a ser familiares para los lectores/espectadores resultaran muy creíbles. Ahí entendió que podía residir la fuerza de la historia. Fue así como llamó al experimentado y versátil René Navarre que se convertirá sin duda en
la mejor personalización cinematográfica de Fantomas. Con él y con Georges
Melchior como el periodista Fandor, y Edmond Bréon, como el inspector Juve, Feuillade realizará 5 episodios que gozarían de un éxito rotundo: Fantômas, Juve Contre Fantômas, Le Mort qui tue,
Fantômas contre Fantômas y Le Faux Magistrat.
A ojos de un espectador de hoy, la
serie puede parecer algo monótona una vez superados los primeros momentos de
curiosidad: son cámaras fijas, apenas existe algún primer
plano y hay aspectos de la narración que o resultan tediosos o son incomprensibles. En este sentido, es importante recordar que reproducían una lectura poblada de situaciones y personajes que en aquél entonces eran conocidos por todos, bien de primera mano o bien por las referencias que su fama había
generado.
Fantomas tiene la virtud de que al seguir las normas del roman-feuilleton
que los originó, cada una de las películas está fraccionada en pequeños
episodios que terminan en el momento más intenso para crear expectación, como hicieron sus autores literarios para dejar en vilo a los lectores y crear emoción. Esta capacidad de provocar una fuerte tensión emocional en el espectador es lo que en cierta manera hace que, a día de hoy, Louis Feuillade sea considerado por algunos como el pionero en un género cinematográfico que con el tiempo ha alcanzado gran popularidad y que es conocido con el nombre de thriller.
III. La reina de los vampiros
El inicio de la Gran Guerra y la suspensión por dicho motivo de la
exitosa serie de Fantomas, obligó a Feuillade a centrarse en la producción de
algunos dramas de corte patriótico, destinados a motivar tanto a las personas
que marchaban al frente como a sus familias que quedaban en la retaguardia. La ficción había quedado, aparentemente, relegada a un segundo plano.
Pero el negocio no podía vivir únicamente de patriotismo. Ni siquiera era recomendable hacerlo para un público francés inmerso en los dolores de una guerra como esa. La ficción era una medicina mejor que muchas otras para aquellos padecimientos, y las productoras cinematográficas adivinaron pronto la necesidad de evasión que sentía el público. De hecho, ya se había dado el primer paso en ese sentido y Feuillade fue llamado por la casa Gaumont, para acometer la preparación de una respuesta a la
bomba cinematográfica que acababa de lanzar Pathé. Se trataba de un folletón de producción francesa
en episodios titulada The Exploits of Elaine, y protagonizada por la
entonces conocidísima Pearl White, famosa por sus papeles en series y películas
en las que lo mismo volaba arriesgadamente en un aeroplano, como nadaba en un
mar lleno de peligros o huía de extrañas y remotas tribus de lugares
desconocidos. En este caso, el personaje de Elaine prometía a su audiencia que
recorrerían medio mundo junto a ella y un valeroso detective en pos del asesino
de su padre.
Mal lo tenía Feuillade para hacer frente a la nueva producción de Pathe. En lo primero
que pensó fue en revivir su archifamoso Fantomas, pero era imposible: la mayor
parte del reparto estaba en el frente… ¿Entonces?
Feuillade echa mano de sus aficiones literarias y del conocimiento de las técnicas folletinescas trasladadas al cine que tan buen resultado le habían dado, e idea pronto una nueva historia muy en la línea de
su exitoso Fantomas. Su título: Les Vampires.
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Cartel promocional de la película "Les Vampires" |
La historia comienza narrando las inquietudes de Philippe Guérande reportero del periódico "Mondial", quien libra una lucha sin cuartel contra la banda criminal que se hace llamar “Los Vampiros”. No es que se tratara textualmente de vampiros, más bien era el nombre con el que se había bautizado la gavilla para dar cierto sentido, supongo, a esa manía que van a mostrar a lo largo de la serie de hacer sus apariciones de manera tan teatral y con un aspecto absolutamente oscuro y siniestro, muy novedoso en aquella época.
Para combatir a estos peculiares "vampiros" Guerande cuenta con la ayuda de su fiel amigo Oscar-Cloud Mazamette,ex miembro de la banda, al
que convenció para seguir el camino correcto. El periodista no escatima esfuerzos
para contrarrestar las acciones del Gran Vampiro, líder de la banda; Irma
Vep, la musa de los criminales; Satanás, manipulador peligroso de explosivos; y Vénénos, maestro -como no-, en el uso de todo tipo de ponzoñas.
Sin embargo, el eje principal de la historia no iba a ser el
periodista. Ni su fiel amigo o el malvado Gran Vampiro. La llamada a
protagonizar la historia y a centrar la atención del público a lo largo de los
10 episodios que escribió Feuillade iba a ser Irma Vep, y para interpretarla
pensó en una vedette del ahora tristemente famoso Bataclan, que por aquellos
años representaba junto a Colette un papel en la revista Ça grise. Su nombre: Jeanne Roques, aunque
artísticamente sería más conocida por Musidora, apelativo que escogió en
homenaje a la heroína del “Fortunio” de Theophile Gautier.
Musidora
supo asumir perfectamente el papel de Irma Vep, dotarlo de una personalidad
propia, muy provocativa y absolutamente innovadora. A medida que la narración
lineal del serial iba dejando paso, a partir del cuarto episodio sobre todo, a
una perspectiva en la que se abandonaba la exclusiva visión del periodista para
adentrarnos en la vida de los malhechores y acercarnos especialmente a la
seductora y enloquecida personalidad de Irma Vep, que no es otra cosa que el anagrama de la palabra "Vampire".
El estilo visual de “Los Vampiros” es simple y directo, cosa que consagró a Feuillade no sólo entre su público en general, sino en especial entre los surrealistas que hicieron de este director, tan obsesionado como ellos por lo maravilloso y lo insólito, uno de sus "creadores fetiche".
"Los Vampiros" de Feuillade ha dejado para la historia del cine una serie de imágenes míticas, y especialmente el sexto episodio titulado “Les Yeux qui fascinent”, lleno de secuencias que quedan impresas de modo indeleble en la memoria del espectador. En una de ellas, por ejemplo, se nos muestra una secuencia de gran belleza y barroquismo: cuando
la banda de Los Vampiros engaña a toda la alta sociedad parisina para que acudan a una
fiesta en el palacio del Comte de Kerlor, que no es otro que el Gran Vampiro. Allí los adormecen por medio de unos gases, momento en el que aparece la
banda en forma de inquietantes siluetas de entre las sombras y les roban todo
lo que llevan encima.
Es aquí donde en un gesto tan artístico como teatral,
Musidora, con tan solo unas mallas negras de seda casi transparentes pegadas al cuerpo, tomará esa apariencia provocativa que la hará tan
famosa y admirada para unos, y alentará las denuncias y escándalos de otros. El
propio prefecto de policía de París se mostró molesto tanto por esto, como por la
imagen ridícula con la que se mostraba a la policía, además de por sospechar ciertas
simpatías de Feuillade con determinadas actitudes criminales que se mostraban
en la serie. De hecho, prohibió durante un tiempo la película, hasta que la cúpula de la Gaumont descolgó el teléfono
para persuadir a quién estaba por encima de él de lo poco conveniente de su conducta.
De cualquier modo, Les Vampires fue un éxito, y su nueva
estrella, Musidora, ensalzada por los surrealistas, grandes seguidores -como ya se ha dicho-, del
cine de Feuillade. No tardó en ser reconocida por ellos como la “décima musa”. Aragon y
Breton escribieron en 1929 una obra de teatro que era un homenaje a la actriz, Le
Trésor des Jésuites, en la que todos los personajes tenían nombres que eran
anagramas de Musidora (Mad Souri, Doramusi, etc.), y escribieron a propósito de
la película:
«C’est dans les Vampires qu’il faudra chercher la grande
réalité de ce siècle. Au-delà de la mode, au-delà du goût. Viens avec moi. Je
te montrerai comment on écrit l’Histoire…» (“Es en Los Vampiros donde habría
que buscar la gran realidad de este siglo. Más allá de la moda, más allá del
gusto. Ven conmigo. Te mostraré como se escribe la historia…”).
IV. El pintor
Seguramente fue el éxito de Musidora en aquella serie, con la que además abrió las puertas como fundadora a la estética Vamp, lo que en cierto modo eclipsó otras facetas de su personalidad que lucharían el resto de su vida por ser reconocidas. Musidora fue poeta, bailarina, guionista, pintora,
productora, actriz, y musa. Fue
autora de novelas, y directora de varias películas y documentales, que curiosamente tuvieron en su mayor parte mucho que ver con España.
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Cartel de Guy Arnoux |
Jeanne desembarcó en España el año 1921, con un contrato de
tres meses para actuar en el teatro de la comedia de Madrid. Pero acabó
quedándose 5 años: dicen algunos que atraída por ese deseo irrefrenable de
conocimiento y búsqueda de lo exótico, otros que por su tórrido romance con el
torero y rejoneador Antonio Cañero... Vaya usted a saber.
Para entonces ya había creado su propia productora, con la
que fue realizando La Capitana Alegría (1920) filmada en su mayor parte
en Hondarribia, ambientada durante las guerras carlistas y considerado el primer film de ficción realizado en Euskalherria; Sol y sombra (1922),
basada en la novela L'Espagnole de Maria Star; y el docudrama La Tierra de
los Toros (1923).
Todo esto lo fue compaginando con su faceta teatral y vida pública dejó un inmenso rastro en
la prensa y revistas de la época en forma de noticias, entrevistas, etc… Ahí es
dónde se puede ver cómo desde el principio se adaptó perfectamente al ambiente
cultural y social que había en aquel momento en la capital. Es precisamente con
la intermediación de Enrique Gómez Carrillo, escritor y diplomático
guatemalteco, cómo Musidora conoce al pintor Julio Romero.
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Revista "Nuevo Mundo", 25 de diciembre de 1921. |
Sin embargo, la relación que hubo entre ellos no debió ser
muy cordial, pues se cuenta que al poco de ejecutarlo Julio Romero vendió el cuadro manifestando
que no quería conservarlo con él, ya que la artista no le convenció nunca como
modelo.
Curiosamente, hoy en día no es lo que parece desprenderse del cuadro, pues el pintor capta la esencia de la modelo, quizá transfigurada en la seductora y temida Irma Vamp, el personaje de
ficción que la lanzó a la fama, observandonos plácida y provocativa, desde ese cómodo lugar en el que descansa, vigilante como una diosa, por toda la eternidad.
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Julio Romero. Musidora, 1922. |