Lee esto fijamente.
Este tiempo en el que vivimos, el
futuro de todos los que nos precedieron, no es sino uno de entre los miles que
estaban esperándonos. Los había más próximos -aún- a esas distopías que abundan
en cine y literatura desde los mismísimos inicios del siglo XX, con realidades aberrantes
que en ocasiones no parecen otra cosa que la nuestra reflejada en el espejo
del callejón del Gato.
Otros se parecen más a aquél que
imaginábamos apoyándonos en nuestras lecturas de cómics tipo “Mundo futuro” y
las novelas de a duro. Todo muy parecido
a ese porvenir en el que prevalecía el progreso tecnológico sobre cualquier
otra cosa, siguiendo el sedimento que habían dejado en nuestra
imaginación Julio Verne y H.G. Wells.
A Juan Bajen y Seros todas estas
cosas del futuro y la adivinación le interesaban mucho. No se sabe muy bien si
porque tenía una especial habilidad para acertar con los acontecimientos que
estaban por venir, o lo suyo era hacer creer a sus convecinos que tenía algún
tipo de poder premonitorio. El caso es que ya de pequeño en su barrio de
Casablanca en Zaragoza decían de él que tenía un pacto con el diablo, cosa que
ya entonces no tenía pena de inquisición ni fue perseguido y linchado como le
ocurrió a la tía Casca en el mágico Trasmoz, al pie de Moncayo.
Juan el brujo o Juanillo, era ya de otra época, y asoma
a nosotros gracias a un artículo de la revista Crónica del 10 de marzo de 1935.
Decían de él que ya desde muy pequeño anunciaba hechos que invariablemente se producían: acertaba los nombres de las sirvientas que acudían al puesto de
pescado que regentaban sus padres, era capaz adivinar cómo iba a ser una futura cosecha, advirtió de que en la década de 1910 se iba a producir
una gran guerra, y predijo el advenimiento de la República. Eso es lo que él
decía, claro está. Y si hacemos caso al Crónica, también se contaba por Zaragoza,
llegando a existir una muletilla que se empleaba cada vez que se tenía noticia
de un hecho extraordinario:
—Eso ya lo había anunciado el
señor Juan.
Sin embargo, la fama no debió de
traer consigo su parte correspondiente de prosperidad. Juan el brujo vivía en
el barrio de Casablanca, en una cabaña mal cubierta de cañas con un poco de
yeso, donde “el frío en la habitación es
idéntico al de la calle”. Tenía un huerto con hortalizas, que él mismo cultivaba,
unos gallineros sin animales, un almacén al aire libre, en el que se guardan
materiales de derribo, y poco más. En el interior había un fogón hecho de
ladrillos, una tina de madera, una cama de hierro “con tantos años como su propietario”, y unas cajas de madera, que
sirven a la vez de mesa, despensa y armario para la ropa.
Por si no fuera poco, Juan tuvo que abandonar su oficio de albañil al
ir quedándose medio ciego, por lo que su huerto, y lo que pudiera ganar con
alguna predicción que otra, eran por aquél entonces sus únicos medios de
subsistencia.
Así vivía el hombre que miraba al
futuro.
Merece la pena repasar lo que
contó al periodista del Crónica cuando este le quiso sacar alguna
predicción para el futuro, pues Juan se despachó con un relato que si bien
erraba desde su inicio, tenía un curioso aire a historia de ciencia ficción
muy próximo al “Esquema de los tiempos
futuros” de H.G. Wells que precisamente se publico en español por aquellos
años. Lo transcribo:
«Creen algunos que el
mundo se prepara para una nueva guerra. Están engañados, porque ese conflicto
no llegará a estallar.
»En su lugar, estamos abocados a
una gran hecatombe, que no se podrá evitar. En lo sucesivo se registrarán mayor
número de defunciones que de nacimientos. Muchas muertes lo serán por
enfermedades conocidas: pero el número más elevado de defunciones tendrá por
causas otros padecimientos desconocidos de la ciencia, y contra las que ésta no
podrá nada.
»La Industria y el Comercio irán
de mal en peor, y se cerrarán muchas y muy importantes factorías.
»Habrá grandes y graves
desórdenes en casi todas las regiones del mundo, especialmente en las
Repúblicas hispanoamericanas, en Alemania, Inglaterra, Andalucía y Cataluña. El
grueso de los desórdenes se fijará en los Estados Unidos. Llegará un momento
en que los Gobiernos intentarán utilizar a los presos en las faenas del campo.
»La mayor parte de los capitales
serán retirados de los Bancos y ocultados en lugares seguros.
»La ley Marcial será declarada en
casi todos los países.
»Habrá epidemias horribles, de
las que serán víctimas los hombres, los animales y las plantas.
»En 1937 se formarán unas
corrientes subterráneas, procedentes del golfo de Méjico, que llegarán a
derribar o a inclinar los edificios más sólidos. Estas corrientes subterráneas
harán desaparecer parte de Italia, Japón y Rusia; pero esto se compensará con
la aparición de nuevas tierras, donde se cultivarán árboles y plantas de gran
utilidad y belleza.
»En las nuevas tierras aparecerán
unos árboles, a los que se llamará «pirámides», de grato aroma, que se
percibirá a distancia, con flores parecidas a las magnolias y hojas que podrán servir
como finísimo té o delicado tabaco. Estas tierras, como serán de carácter y
condiciones privilegiadas, se poblarán inmediatamente, y sus habitantes
llegarán a ser superiores en aptitudes y talento al resto de los hombres.
»Se aproxima la hora de la
felicidad, en la cual habrá seres comprensivos, de clara inteligencia, sin
odios, sin egoísmos, sin vicios y sin maldades. Nadie sentirá entonces deseos
insanos, y los supervivientes de la época anterior que no quieran seguir este
camino de dichas vivirán aislados, errantes, sin familia ni hogar, como seres
anormales.
»En el año 1945 no serán precisos
ni guardias, ni tropas, ni Audiencias, ni Prisiones.
»Se habrá descubierto una pasta
destinada a la construcción, que suprimirá la mayor parte de los materiales conocidos,
y tendrá todas las ventajas sin ninguno de los inconvenientes.
»Un aparato instalado en el hueco
de las ventanas recogerá del espacio el gas necesario para la iluminación del
inmueble y el combustible del fogón.
»Otro aparato, permitirá realizar
viajes a distancias enormes en pocos minutos.
»Se conseguirá llegar hasta
algunos planetas, y se comprobará que en la Luna no existe vegetación ni
habitantes.
»Los hay, en cambio, en Marte y
Venus, pero faltos de perfección, semisalvajes. Tampoco hay habitantes en
Júpiter.
»En el año 1955 la perfección
habrá llegado a términos insospechados.
»Habrá pocas enfermedades, pocas
defunciones y pocos nacimientos. Para suplir esto último se habrá inventado la
«madre artificial», que producirá seres humanos perfectos.
»El año 1960 será lo definitivo
en felicidad.
»Los habitantes de la Tierra
disfrutarán de comodidades, de bienestar, de alimentos y diversiones, y únicamente
destinarán al trabajo dos o tres horas diarias, más que nada por recreo o
diversión.
»Esta felicidad subsistirá hasta
la transformación del mundo, hecho que ocurrirá al final del siglo XX, por
efecto del fuerte roce de un planeta con la Tierra.
»No desaparecerá la Tierra, sino
que en la mencionada transformación desaparecerán el Mediterráneo y algunas
naciones europeas»
Como pasa con el relato de Wells
al que me refería antes, esta visión de futuro nos puede resultar naif, curiosa
y en ocasiones chocante. Pero es lo que había, y lo que seguramente, con sus
variaciones, estaba en la cabeza de la mayor parte de las personas que, como
Juan el brujo, a pesar de malvivir -o es posible que por eso mismo-, daban en
pensar en el futuro. Y sorprendentemente era de manera muy parecida a como lo
hacía uno de los grandes maestros de la ciencia ficción en su época.
Me cuenta un amigo que por
Veruela, allá en su Aragón, existía la creencia de que sólo estaban expuestos al poder maligno de las brujas quienes tuvieran la mala fortuna de que durante su bautizo el cura confundiera alguna de las palabras rituales. ¿Y cómo saber si había ocurrido eso? Muy
sencillo: se toma un cedazo después de las 12 de la noche -las brujas sólo
tienen poder hasta esa hora-, y haciendo tres cruces sobre él, se mantiene
suspendido en el aire por el aro con las puntas de unas tijeras. Al hacer esto, si el párroco falló en el bautizo el cedazo da vueltas por sí mismo, en caso
contrario, permanece quieto.
Puro azar.
Adivinación con tijera y cedazo en Galicia. |
Hay algo entrañable en este señor Juan, habitante de una mansión de miseria donde también habitaban los sueños; está tan alejado este hombre de la cuadrilla de predictoras, echadores de cartas, lectores de posos de café y sacacuartos de bola de cristal cuarteado...
ResponderEliminarLo hay, y a mi entender mucho. Poco tiene que ver con esa manada de frikis impresentables que pueblan ahora las madrugadas y programas basura de nuestra tv. Ni siquiera con esos que se anuncian de manera más discreta pero venden la misma miseria mental.
EliminarJuan el brujo pertenece más a mi entender a un tipo fronterizo entre los saludadores-chamanes rurales y el anticipador que comenzó a darse a medida que se implantaba el concepto de progreso... No hay más que ver el tipo de predicciones que hacía.
Y por encima de todo, conmueve la vida que llevaba, los detalles que se nos cuenta de ella -con la anécdota de la pescadería familiar-, la soledad y la profunda resignación, todo ello tan común por aquél entonces a la mayoría de los ciudadanos que poblaban este país.
En cierta medida, no anticipaba el futuro, pero nos ha traído al recuerdo una imagen viva de como fue nuestro pasado.
Pero que tío más grande
ResponderEliminarTendría que cobrar derechos a Wells
Buen fin de semana
Ya le digo... para que luego hablen de genialidades, visionarios y cosas de esas... Es que en este país a esos acostumbramos a tenerlos arando campos y viviendo miserias.
EliminarEn el año 1945 no serán precisos ni guardias, ni tropas, ni Audiencias, ni Prisiones.
ResponderEliminar¡Ay, mi posguerra!...
"El año 1960 será lo definitivo en felicidad." Y ahí la clavó, juas!
EliminarComo adivinador no tenía precio. Y es que es complicado describir el futuro. Como leí hace poco en el libro de sapiens, tendemos a proyectar el presente, lo que conocemos, al tiempo que obviamos cambios tan grandes como pueda ser Internet. Quizás las distopías sean una forma de asegurarnos de que el presente no es tan malo.
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