domingo, 17 de diciembre de 2017

La flor del sol


El Eguzkilore o flor del sol es la flor seca del cardo silvestre, conocida también como Carlina Acaulis, y es considerada una representación del astro diurno a la que se le atribuyen las mismas funciones místicas que corresponden al sol. Se coloca en las puertas de las casas para defenderlas de todo lo que acompaña a la oscuridad: desde el rayo y la tormenta de la noche, hasta los malos espíritus y las indeseadas visitas de las brujas...

Dicen las tradiciones que cuando las brujas merodeaban pueblos y caseríos a la vuelta de los akelarres, si divisaban un eguzkilore entre las brumas del amanecer, huían despavoridas al confundirlo con el sol y aquél hogar quedaba liberado de su visita. En otros lugares se cuenta que las brujas no podían entrar en las casas hasta que le hubieran quitado todas las hojas a la carlina, trabajo suficiente para que mientras llegara el amanecer y éstas tuvieran que volver a sus cuevas.

El eguzkilore era también un efectivo protector contra los temidos efectos de la niebla de la mañana, a la que se llama lausoa. De ésta contaba José Miguel de Barandiaran que era común creer que cuando recorría las calles de los pueblos o rodeaba cualquier casa, podían llegarse a ver dentro de ella cosas inimaginables, sorprendentes y terribles traídas de la mano de Aide, un genio infernal.

Visitando esta mañana el pueblo de Zerain, me he encontrado en las puertas de algunas de sus casas con el recuerdo vivo de todas aquellas creencias. A mi modo de ver no parecen ser si no una mixtura de remotas tradiciones dentro del molde de un canon cristiano muy primitivo... Poco importa, la verdad: en el recuerdo de quien se ha encontrado hoy con esto, reviven los cuentos que oía por boca de sus abuelos aquellas heladoras noches de invierno, en entonces aquellos remotos valles, cuando el año llegaba a sus confines.