Esto que ven ustedes aquí, es la reconstrucción del escenario de un crimen cometido en la
localidad cordobesa de Montilla el 28 de septiembre de 1715. A su manera, y con
los recursos que tenían entonces, el
corregidor de la ciudad, Agustín de la Madrid, inició una minuciosa investigación
de los hechos que más parecían tener que ver con los métodos a los que nos
tienen acostumbrados los detectives estelares de series como CSI, que con lo
que se esperaba de aquellos tiempos más modestos y con técnicas de
investigación menos depuradas.
Hasta donde he llegado a saber,
el día de autos a las siete de la mañana, murió asesinado de un escopetazo en la calle Zarzuela Baja de Montilla, un tal
Diego Troncoso, vecino de Córdoba. Informado de los hechos, el corregidor
inicia el correspondiente proceso con el objeto de esclarecer qué es lo que
ocurrió, para lo cual tiene ya, desde un primero momento, testigos y acusados a
su disposición.
Pero lejos de ser una ventaja en
el aligeramiento del proceso, esto iba a suponer tal baile de contradicciones
que hubieran llevado a la investigación a un callejón sin salida.
Afortunadamente, el corregidor tuvo la ocurrencia en aquél momento de encargar
al maestro pintor de la localidad, una recreación dibujada de lo que ocurrió a
partir de las declaraciones de testigos y acusados. Veamos qué es lo que
sucedió entonces.
En ese primer momento sólo se
tenía conocimiento de unos hechos objetivos: un hombre, vecino de Córdoba,
había resultado muerto a causa de los disparos que le propinaron los oficiales
de la Ronda de Millones de la localidad, una especie de agentes que
cobraban impuestos por el trasiego de mercancias.
Los hechos a averiguar y
confirmar, en un sentido u otro, eran que según las declaraciones proporcionadas
por los testigos, y en contradicción con las de los acusados, la víctima no se
había resistido a la autoridad de la ronda cuando ésta le dio el alto para
revisar los permisos de entrada de productos en la localidad.
Ante la duda,
el corregidor comienza por encargar el reconocimiento del cadáver en busca de las causas de la muerte,
a la vez que se interroga nuevamente a los testigos, contrastando los datos en
busca de alguna contradicción en las declaraciones. En esta segunda ronda de
interrogatorios está presente Juan Panadero, maestro pintor de Montilla, muy
reconocido en la localidad por su trabajo en el retablo de San Miguel de la iglesia de
Santiago de aquella localidad. El encargo encomendado al artista era claro:
debía reconstruir sobre el papel el escenario de los hechos, de manera que quedaran a la vista
las contradicciones que había en la declaración de alguno de los testigos.
En el dibujo de Panadero vemos el
cadáver de Diego Troncoso marcado con el número 1. Delante de él hay dos grupos
de personas, el primero está compuesto por tres hombres que apuntan hacia el
fallecido con sus armas, están marcados con el número cinco, y les acompaña la
leyenda “guardas”. Algo más a la izquierda del plano, se distingue a una cuarta
persona, nombrada Pedro de Castro, que parece formar parte del piquete de
guardas.
El otro grupo, un poco más heterogéneo, está compuesto por tres hombres
acompañados de sus cabalgaduras, y parecen mirar al fallecido. Uno de ellos
está desmontado, exhibe su arma en una de las manos y se le identifica con un
número, el 4 y el nombre “Porcedano”. Entre éste y el resto de sus compañeros
que observan la escena desde sus cabalgaduras, hay un arma tirada en el
suelo...
Este es el escenario del crimen,
y gracias a lo que sabemos y a la habilidad de Panadero en la reconstrucción,
creo que no nos alejamos mucho de la realidad si lo interpretamos del modo
siguiente: a la entrada de Montilla, los guardas de la ronda de millones de la
localidad dio el alto a una recua de supuestos arrieros, con el objeto de
inspeccionar las mercancías que iban a introducir en el pueblo. En ese
momento, una de las dos personas que encabezan la comitiva marchando a pie y
armadas -se supone que para protegerse de los bandoleros-, cae muerta a
consecuencia de los disparos de la ronda. ¿El motivo?: según los guardas,
él y su compañero Porcedano se enfrentaron a ellos con sus armas. Los
acompañantes de la víctima y un testigo que surgió de manera espontánea en el
proceso, manifiestan que Diego Troncoso sólo hizo ademán de disponerse a hablar
con ellos, recibiendo unos cuantos tiros como única contestación.
Al testigo espontáneo se le puede
ver asomando al final de la callejuela que desemboca en el lugar de los hechos.
Señalado con el número 3, Pedro Alguacil manifestó ver algo que no vio, como
demostró Juan Panadero en su dibujo, trazando unas líneas que señalan hasta
donde alcanzaba su mirada: chocaba con las casas que tenía a su derecha. O era capaz de ver a través de las paredes, o estaba mintiendo descaradamente.
El documento de Juan Panadero es
una verdadera recreación de lo que hoy llamaríamos el escenario del crimen. Y es
también otra de las innumerables joyas conservadas en el Archivo Histórico
Nacional, que he llegado a conocer en su web, gracias a una reseña Eva Bernal Alonso. Desgraciadamente, más allá de este plano, el documento no está
digitalizado, por lo que no me ha sido posible consultarlo, por ahora, para
saber cómo termino la original investigación criminal que llevó a cabo el
corregidor de Montilla con la ayuda del maestro dibujante.
Todavía hoy puede reconocerse en un
plano de la Montilla actual la fisonomía de aquella otra en la que tuvieron
lugar los sucesos. De hecho siguen existiendo las calles de la Zarzuela Alta y
Baja, y si uno se fija un poco, puede llegar a deducir que el lugar en que cayó
muerto Diego Troncoso, se encuentra más o menos en el punto de confluencia de
la Zarzuela Baja con las calles de Aguas y Ronda de Curtidores.
La ronda de millones o montoroboys, tuvieron la culpA
ResponderEliminarkISSS Y kISSS
No habiendo mayordomo ni bibliotecario ciego que odia la risa, para mí que fue el corregidor...
EliminarSalud y bien regresado!
Pues nada, que cuando pase el calor te veo viniendo a Montilla y, de camino, llevándote unas cajas de vinos para regar la investigación.
ResponderEliminarNo es mala cosa, la verdad... Pero eso si, como dices, lejos de los calores del verano que es algo que uno lo lleva muy mal...
EliminarSaludos
Lo llevamos mal hasta los que hemos nacido por esta tierra de María Santísima. Que... ¡María Santísima que tierra!
EliminarMas bien !qué temperatura! Que eso de lindar los 40 grados no es bueno ni aquí, ni allí ni en Tombuctú.
EliminarLindar y pasar, que una cosa es lo que dice el termómetro instalado en el aeropuerto y otra los termómetros de las calles, que es lo que se vive y se soporta, pues al aeropuerto va una más bien poco.
EliminarHe encontrado el fichero PDF de Eva Bernal Alonso, que se encuentra en el Archivo Histórico Nacional, pero no encuentro nada más.
ResponderEliminarSin embargo el misterio no es tal, simplemente se trata de un policía de EEUU que estaba de vacaciones fuera de servicio y que a las siete de la mañana con poca luz todavía, confundió a Diego Troncoso con un negro, y es que el pobre Diego al ser un hombre curtido en el campo estaba muy moreno y al levantar las manos para enseñar la mercancía fue confundido con la acción de atacar con un arma, así que sin pensárselo mucho el agente yanqui 0087 de la comisaría de Massachusetts, vació su arma reglamentaria en el cuerpo del pobre Diego.
- Jubi, ¡qué imaginación tienes!
Pues como usted bien sugiere, la historia -debidamente actualizada a los días de hoy-, es muy parecida al arranque de cualquiera de los episodios de las numerosas teleseries policiacas que podemos ver en televisión... No hay nada nuevo bajo el sol.
EliminarLa escrupulosidad indagatoria del corregidor es encomiable para la época de los hechos. Una persona con semejante interés en descubrir la verdad y afanándose en ello, llama la atención.
ResponderEliminarSupongo que, como ocurre ahora, habría de todo. Aunque como bien dice, resulta sorprendente la minuciosidad en la indagatoria que se desprende de lo poco que conocemos sobre la investigación.
EliminarSaludos!
Espectacular, Panadero y tú, menudo rescate de la historia y que gusto por el detalle.
ResponderEliminarPena no haber podido llegar a conocer más profundamente esta historia, por ahora, pues da para un relato detectivesco ambientado allá y en aquella época.
EliminarSalud!
Investigadores así de tenaces los necesitamos ahora más que nunca.
ResponderEliminarInvestigadores así de tenaces los necesitamos ahora más que nunca.
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