En 1847 J. M.
Bushel publicó “Point d'appui
d'Archimède trouvé. Expérience pour ralentir et accélérer à volonté le
mouvement journalier de la terre. Vérité du procès de Galilée”, en el que a
partir de sus estudios sobre el punto de apoyo de Arquímedes, proponía una iniciativa
revolucionaria para frenar y acelerar a voluntad el movimiento de rotación de la
tierra: bastaba con hacer caminar a cien millones de hombres y más de diez
millones de animales domésticos en dirección este. Así, "se verá que la aparición o desaparición del sol en el horizonte será
atrasada o adelantada a voluntad".
Mas o menos por
esos mismos años, el abad L. P. Matalène, en "L'anti-Copernic: Astronomie nouvelle", prueba de manera irrefutable
que el sol no tiene un metro de diámetro, y que Venus lo tiene exactamente de 34
mm. Según manifiesta, la tierra es mayor que todos los cuerpos celestes
reunidos, y ocupa, por supuesto, el centro del sistema solar … y del espacio.
A diferencia del
primero, el tal Matalene ha dejado un rastro en forma de varias obras que
pueden consultarse en Gallica, los fondos digitales de la Biblioteca Nacional
de Francia. Anatole France lo conoció, según se lee en “El señor Bergeret en
París”:
"Mi madre
nos llamó también para saludar al Señor Mathalène […] que tenía un rostro horrible. Nunca
alma tan suave, no se mostró en una forma más horrible. Era un sacerdote proscrito, con el que mi padre se había reunido en
1848 en los clubes, y que consideraba por sus opiniones republicanas. Más pobre
que mademoiselle Lalouette, se privaba de alimentos para poder imprimir, como
ella, sus escritos. Los suyos estaban destinados a demostrar que el Sol y la
luna giran en torno a la tierra, y que no son en realidad más grandes que un
queso"
“Les Cahiersde l’Institut international de recherches et d’explorations sur les fous littéraires” (algo
así como “Cuadernos del Instituto Internacional de Investigaciones y
Exploraciones sobre los Locos Literarios”), se dedica, con su nombre bien dice,
al estudio de las obras publicadas por aquellos a los que define como “locos
literarios”, autores que no han obtenido ningún tipo de reconocimiento ni de la
comunidad intelectual, ni del público, la crítica, ni siquiera del mundo de
la edición. De hecho, esto último se debe en muchas ocasiones a que los "locos literarios" publican por cuenta propia, y tratan en sus obras asuntos considerados inútiles,
carentes de interés.
Los editores de estos cuadernos, se manifiestan herederos de
una tradición iniciada en 1835 por Charles Nodier y su “Bibliographie des fous, de quelques livres excentriques”, publicado en los números 21 y 23 del Bulletin du bibliophile de aquél año, y continuada hasta esa otra
referencia, obra del crítico literario belga que es André Blavier: Les Fous littéraires (1982)
en la que se indexan a más de 3.000 “locos literarios y excéntricos de la
literatura”.
Según este último
autor, los "locos literarios" constituyen una categoría aparte, al
margen también de místicos, visionarios, teosofistas et cétera, cuyas elucubraciones
tiene otras motivaciones“que la
prudencia nos aconseja no tratar de locura a la ligera". Blavier
dedica especial atención al lenguaje de estos autores, "uno de los elementos más sutiles del psiquismo humano", subrayando que es "como el barómetro o el espejo de los trastornos psíquicos […]
para el enfermo, traducir su pensamiento denuncia frecuentemente su estado"
y señala: "Los enfermos menos afectados pueden aspirar a la prosa. La
regla métrica es como un corsé, una ortopedia de la expresión. Más analítica,
la prosa implica un mínimo de control y de vínculos lógicos, mientras que el
poeta desenrrolla automáticamente la pelota de sus alejandrinos o de sus octosílabos,
que son los metros más empleados. Un alienado criminal escribió a su médico
jefe:
“Le escribo en verso, no
se sorprenda,
en prosa no sé
expresar mi pensamiento. "
Como ya habrá adivinado
a estas alturas el agudo lector, Bushel y Matalene son dos de los autores incluidos
dentro de este singular índice de “locos literarios”, que sobre todo en el siglo
XIX y principios del XX, elucubran sin complejo alguno sobre la cuadratura del
círculo, cosmología, física, filología, historia, mesianismo... o lo que haga falta.
Aún habiéndolo hecho en francés, también tenemos nuestro propio
representante en esta colección de fous littéraires en la persona de Ignacio
Fernandez de Henestrosa y Ortiz de Miono, marqués de Camarasa, entre otras
cosas nobles. En 1925 publicó en Francia y España “Causeries brouettiques. Notes, croquis, schémas, dessins pour un
traité historique, bibliographique, étymologique, philologique, théorique,
comparatif, technique, philosophique, poétique, artistique, critique, sportif,
touristique et pittoresque de la Brouette, par le marquis de Camarasa”,
título que quedó abreviado en “Causeries brouettiques” que venía a querer decir
algo así como “Charlas carretilleras”.
Se trata de una extensa obra: 540 páginas desordenadas,
compuestas en imprentas diferentes, y dedicadas a ensalzar los valores y
relevancia en nuestra cultura de la carretilla. El texto, acompañado de todo
tipo de ilustraciones, copias de recortes y apuntes manuscritos, conduce al
lector a través de la experiencia vital del marqués desde el día en que vio por
primera vez una carretilla. A juzgar por lo que cuenta, debió de ser aquél un
momento decisivo en su vida, pues a partir de entonces dedicó largas jornadas
de reflexión a profundizar sobre su utilidad en la sociedad civilizada, las
variantes que existen sobre tan prodigioso artefacto y los orígenes históricos
de la misma…
Nullum magnum ingenium sine mixtura dementiae, …o nada mejor que hacer en algunos casos, añadiría
yo.
No hay gran genio, sin un cierto toque de locura,... o cuando el diablo no tiene qué hacer, con el rabo mata moscas.
ResponderEliminarMe ha hecho gracia la de hacer caminar a cien millones de hombres... claro que el tal Bushel, seguro que nunca ha estado en una reunión de vecinos con 20 personas, donde salen a relucir 30 opiniones distintas.
¿Quien le pone el cascabel al gato? ¿O mejor quien pone de acuerdo a cien millones de personas?
Un saludo
Para mi que puede haber genio, locura,bastante de impostura y, sobre todo, si se pretende realmente conseguir algo, mucho trabajo... Nada de lo primero sirve algo si no existe esto último.
EliminarLo de los cien millones de personas marchando al unísono en dirección al este es de antología. Imagino que, además, habría que buscar una extensa estepa para hacerlo, pues en caso contrario, la cosa sería un tanto complicada...
Saludos!
O sea, que los locos literarios que escriben poesía son los peores. Habrá que darse por aludida...
ResponderEliminarSabe usted que hay diversos tipos y niveles de locura, y hay algunos -el que produce la poesía, por ejemplo-, que es mejor tenerlos que no haberlos sentido nunca ¿o no?
EliminarSalud!
La locura, que impregna todas nuestras actividades, no podía dejar de lado a la literatura, pero no sé quién es más loco, sin quien escribe o quien lee.
ResponderEliminar... o los dos a un mismo tiempo.
EliminarSaludos