domingo, 30 de abril de 2017

Si alguna vez, en una librería de viejo, la curiosidad…


Entre los años 1941 y 1967, la editorial francesa Gallimard decidió lanzar una colección de 552 títulos encuadernados en cartón, algo raro en ellos pues la mayor parte de las veces lo hacía en una rústica muy barata de papel, con un gramaje levemente superior al de las páginas interiores. Pero lo que hacía extraordinaria a esta edición es que el diseño de las encuadernaciones en cartón fueron encargadas a diferentes artistas, especialmente a Paul Bonet, ya entonces un gran conocido de los bibliófilos por la calidad de sus creaciones, y Mario Prassinos, pintor griego afincado en Francia muy considerado en los círculos literarios de la época. Del total de las obras, el primero se encargó de 324 títulos, y el segundo de 207, hecho por el cual los coleccionistas conocen a esta colección con el nombre “Bonet-Prassinos”.

Portada de Paul Bonet para
"Les Œuvres complètes" de
Antoine de Saint-Exupéry (1950)
Por sus contenidos, la colección no está centrada en una temática en particular. Se trata de obras que lo mismo pueden ser ediciones originales, como reediciones. En su mayoría son autores franceses, pero también los hay foráneos. La idea del editor era la de sacar a la luz las principales obras de sus fondos en una versión especial. Una, que pudiera venderse a ese público que busca reunir en sus estanterías ejemplares cuya calidad literaria se vea avalada por la elegante y moderna vistosidad de sus encuadernaciones. Para garantizar el estímulo colector, quién sabe si como precedente del mismo que todavía nos inunda en forma de enciclopedias y colecciones, Gallimard hizo que estas ediciones constaran todas ellas de 1000 ejemplares numerados.


La mayor parte de las obras de Bonet y Prassinos se apoyan en formas geométricas más o menos dinámicas, llenas de colorido que reflejan la búsqueda creativa que por aquél entonces habían emprendido quienes se dedicaban a aquellos menesteres. Como resultado, quedan esas joyas para bibliófilos que asoman ahora en las librerías de viejo francesas, y que atraen poderosamente la atracción del curioso que se ilusiona con la idea de tener un Camus en edición de 1956, en idioma original y con tan hermoso empaque. Desgraciadamente para mi, al encontrar el precio escrito a lápiz en la primera página, ayer, en aquella librería de viejo de Bayonne, se me esfumaron rápidamente todas las esperanzas de quedarme con semejante joya:

- Mais Monsieur, c’est un Bonet-Prassinos! -me dijo el librero con un punto de indignación.

Albert Camus, "La chute".
Portada de Mario Prassinos (1956)

Callé y dejé el libro en su lugar. También me prometí curar mi ignorancia enterándome cuando llegara a casa de qué era todo aquello de Bonet-Prassinos

Hecho está, y escrito de paso para quién puede interesarle.

A uno le queda una sensación un poco extraña, contradictoria, y seguramente por eso familiar. Está a medio camino entre la pesarosa consciencia de que en estos casos lo que parece valer no es la obra escrita, sino el adorno que la envuelve; y el gusto por estas joyas de la bibliografía que uno las ve revestidas de un aura especial... 

Pero quizá, por encima de todo ello prevalezca un placer mayor: el de haber adquirido un nuevo conocimiento, aunque este resulte algo extraño y poco útil. Al fin y al cabo, esa es mi especialidad.

Charles Dickens, "Les grandes espérances",
Diseño de Mario Prassinos (1949)

12 comentarios:

  1. Son hermosos.
    Buenos recipientes para apilar letras.
    Pero si el precio no deja.... lo deja y no tenga pesar.
    Salud!

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    1. Así es, al fin y al cabo esas mismas y luminosas letras se encuentran en otros recipientes más modestos y accesibles,

      Salud!

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  2. Un economista te diría que el precio viene dado por la escasez en la oferta, por mucho que nos fastidie a los que amamos los libros y sus contenidos. Al menos, adquiriste conocimiento a un precio muy razonable. Apuntado queda, aunque me temo que será difícil encontrar gangas en un mundo donde el acceso a la información está tan generalizado.

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    1. A mi entender, ahí está parte del truco: en el acceso generalizado a la información, que hace conocedores a todos del precio que pueden tener las cosas, en especial a quienes las van a vender.

      También efectivamente, lo más importante para mí ha sido el conocimiento adquirido, que no es poca cosa: mas bien todo lo contrario.

      Saludos

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  3. Hace años, un amigo que por su trabajo visitaba pueblos de la provincia, compraba por cuatro perras muebles muy interesantes, que la gente vendía porque estaban viejos, para comprar muebles de "railite", que era lo que estaba de moda entonces. Pero, como decís, ya todos podemos informarnos y saber lo que vale cada cosa… o lo que se pide por ella, que es distinto.
    De todas formas, me quedo con la estética de esas portadas para la próxima Feria del Libro Antiguo y de Ocasión.

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    1. Efectivamente, en cierto modo, la cultura, el consumismo, el buen gusto o vaya usted a saber el qué, ha hecho que determinadas cosas pasen de ser "viejas" a ser "antiguas", matiz que, como bien sabemos, eleva el precio del objeto de tales apreciaciones.

      Quédese con ellas y ya nos contará si encuentra algo que sea digno de contar.

      Saludos!

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  4. Y qué placenteras son las librerías de viejo, donde se acumulan más aromas que en ninguna otra. Había una -ya cerrada por fallecimiento del dueño, que ya era un señor muy mayor cuando me llevaba mi abuelo a comprarme una pila de lecturas por poco dinero- donde prevalecía, sobre cualquier olor, el del pis de gato, pero así y todo la recuerdo como un fantástico cubículo de tesoros de papel.

    No conocía esas joyitas de Gallimard, aunque seguro que, de estar en tu lugar, mi reacción hubiera ido pareja a la tuya -ay, pero la tentación...-

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    1. La tentación es fuerte... pero que se le va a hacer! Las librerías de viejo, en ciudades como la mía, parecen condenadas a desaparecer. De hecho, aquí ya no las hay.

      Conservo el recuerdo de la que cerró última, precisamente mi favorita. En ella me curtí, merced a la paciente amabilidad de sus dueñas, en la poco agradecida disciplina de apreciar, cuando tenía poco más o menos trece años, en los variados encantos de esos viejos volúmenes, de los pliegos y grabados...

      Como de nosotros, de aquellas librerías va quedando cada vez menos...

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    2. Pues aquí hay varias de esas librerías, yo diría que bastantes y, además, hay todos los años una feria en la que lo mismo encuentras libros viejos que cosas interesantes de fondos de editorial a precio de ganga.

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    3. Feria anual también la hay aquí, y muy maja, pero para librerías de viejo, las más cercanas y mejores las tengo en Bayonne.

      Saludos

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  5. ¡Que preciosa colección! Difícil no dejarse tentar para adquirir un ejemplar, pero el sentido común debe regir también nuestra economía, aunque debo confesar que ya me he dejado tentar, en ocasiones, ante un clásico bien encuadernado o con grabados de firma conocida.
    A veces que he buscado algún libro por Internet, he comprobado precios muy dispares sobre una misma edición y similar estado del libro.
    De cualquier manera lo que prima del libro es el contenido: autor y texto.
    Un afectuoso saludo.

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    1. Son debilidades comunes esas de caer en la compra de una edición determinada más por los "extras" -que se diría hoy-, que por el texto del libro en sí, que la mayor parte de las veces incluso ya lo conocemos.

      He sentido una enorme alegría al verte por aquí, Chela, después de tantísimo tiempo. Me vienen a la memoria muy queridos recuerdos del extenso pasado blogero que compartimos.

      Un fortísimo abrazo!

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