El término “Hell on Wheels” (Infierno sobre
ruedas) fue acuñado por el editor y periodista Samuel Bowles en alusión a las
casas de juego, salas de baile, salones y burdeles de todas las clases, que
brotaron a lo largo del trazado que los trabajadores del ferrocarril transcontinental
fueron construyendo en dirección al oeste.
En ocasiones, aquellos lugares sobrevivían
al avance de los trabajadores del ferrocarril, esperando a ser seguramente
futuras estaciones de paso, centros comerciales en los que se pudiera hacer un
buen dinero a cuenta del paso del Transcontinental. Esto es lo que ocurrió por
ejemplo con Laramie, en Wyoming, escenario además de una de las más viejas
historias de aquellos pistoleros que haría famoso al oeste americano.
El hombre que se ve en esta foto es
Steve Long, aunque todos lo conocían como “Big Steve”. Fue sheriff y forajido a
un mismo tiempo, y aunque la gran seguridad que tenía en si mismo hacía que se
burlara de la muerte, las cartas del destino iban a jugar su baza contra él.
Big Steve apareció por Laramie, Wyoming, tras la Guerra Civil. Allá
se reunió con dos medio hermanos que habían ayudado a fundar el pueblo. Entre
los tres abrieron un salón que no era otra cosa que una enorme tienda de
campaña. Los vecinos, a espaldas de los hermanos Long, llamaban al local “el
cubo de sangre” debido a la cantidad de violentas peleas que se daban en él.
La fama de los tres hermanos y su
fuerte personalidad les facilitó mucho las cosas para ir haciéndose con algunos
de los cargos de responsabilidad en Laramie. Responsabilidad que, como suele
ocurrir, ellos transformaron en poder que ejercieron en beneficio propio.
A Long lo nombraron Sheriff y pronto se forjó una terrible fama
de violento. Cuentan que rara vez arrestó a alguien, pues pasaba
directamente a las palizas o los disparos. El 22 de octubre de 1867, por
ejemplo, acudió a detener una pelea callejera y mató a cinco de los ocho
hombres que había implicados en ella.
Con estas credenciales, no es de
extrañar que a Long y sus hermanos les resultara extremadamente sencillo "convencer" a los colonos de que les vendieran los títulos de propiedad de sus tierras a precios ridículos. A los que
se negaron, los mató Long alegando que lo había hecho en legítima defensa. Si
la víctima no iba armada, se encargaba de proporcionar un rifle o una pistola a
su cadáver para que nadie dudara de la inocencia del Sheriff.
Por fin, en octubre de 1868 un
grupo de rancheros acompaña al sheriff del condado de Albany hasta el salón de
los tres hermanos. Estaban allí, como si les esperaran. Sin demasiados
protocolos, deciden ajusticiarlos. Seguramente iban ya dispuestos a ello, pues
no podían esperar nada de la justicia de Laramie: Long era el sheriff y uno de
sus hermanos el juez.
Long les pide que lo ahorquen sin
botas. Mi madre siempre dijo que moriría con las botas puestas y no quiero
darle el gusto, dijo.
Ahorcaron a los tres hermanos y
los fotografiaron colgando, casi pegados, para que no hubiera duda de lo que
habían hecho con ellos. Después, colocaron el cadáver de cada uno de los
hermanos atados a un poste en las diferentes entradas al pueblo.
A Long le volvieron a poner las
botas y lo fotografiaron de nuevo. Quizá pensaron en enviar la fotografía a
su madre.
Carne de westwern, este sherif-forajido a quien poco sitio debía quedarle en la culata del rifle o del revólver para grabar una muesca por cada prójimo regalado a los gusanos. Entonces la vida ajena -y aún la propia- valía como ahora. Nada. Entonces, como ahora, se jalearía a los matadores con idéntico fervor.
ResponderEliminarY de remate, las botas. Casi como un alegato antes del The End.
Parece salido de una de aquellas películas. En cierto modo, creo que es una evidencia de que aquellos relatos que veíamos en los western antiguos no distaban tanto de la realidad. Lo ajeno no vale nada, a no ser de que pase a ser lo propio. Así es con la vida y con todo, según se deduce de estas historias.
EliminarCreo que lo de las botas es el único detalle que refleja sobre la historia algo de humanidad.
Que orígenes tan poco gloriosos tienen estas ciudades... A la hora de crear un escudo, poco pueden poner.
ResponderEliminarPues son un buen puñado las que nacieron así en aquellos estados del interior, en torno al ferrocarril... De cualquier modo, supongo que como había gente muy mala y gente demasiado "buena", los habría normales y corrientes, que llegaron allá con hambre y sueños, como esos que ahora el Trump quiere expulsar fuera de aquél país.
EliminarLo han dejao hecho un zorrupio, por malo malo malo.
ResponderEliminarKisss y Kisss
Regresó!, ya ve usté que eso de viajar a Laramie puede ser cosa de riesgo...
EliminarTanto espacio y tan poca gente que en el reparto de papeles cada uno tenía que hacer varios a la vez. Las películas han idealizado esta carrera hacia el oeste; por mucha violencia que nos muestren creo que la realidad fue peor, mucho más dura. Los EEUU son un país muy joven (si excluimos la historia de los nativos, que hasta la fecha no ha interesado lo suficiente como para hablar en serio de ella) y se crearon con las armas (nunca mejor dicho) del momento.
ResponderEliminarNo tiene nada que ver con la historia que nos cuentas, pero El hombre de Laramie está entre mis films más apreciados.
En cierto modo, si. Los dos hermanos de Big Steve forman parte del grupo de fundadores de esa localidad... Eso nos da una idea del perfil de quienes fundaron aquellas legendarias ciudades.
EliminarCreo que las películas lo han idealizado, es así, pero también que las historias que cuentan no son otra cosa que un relato de lo que ocurrió adaptado para "todos los públicos".