domingo, 30 de octubre de 2016

Dorre Beltza


La llamaban Dorre Beltza -Torre Negra, nombre muy sugerente-, por el color que tenía su cadalso o estructura de madera antes de que la restauraran hará cosa de 15 años.

La torre Jauregia de Donamaria es una de tantas construcciones medievales de ese tipo que, en diferentes estados de conservación y pureza, salpimentan la cuenca del Bidasoa, embelleciendo un entorno natural tan único como es este.

Mientras nos abrimos los bocadillos bajo un árbol desde el que se divisa Jauregia -de Jaun, señor, y tegia, lugar: palacio-, se nos acerca ya de vuelta la persona que nos ha acompañado durante la visita explicándonos su interior.

- ¿Os ha gustado? -pregunta.

- Claro, mucho.

Hablamos de las diferencia entre estas construcciones que se quedaron en torre, por no estar en tierras fronteras con el enemigo de turno, y aquellas otras que se rodearon de murallas convirtiéndose en castillos; de los ingresos que obtenían en aquella época por cobrar el paso a todos aquellos que iban y venían a un lado y a otro de los Pirineos, por esos caminos que ahora cuesta hacerse a la idea de que eran mucho más frecuentados que los de ahora; de las luchas entre las diferentes familias banderizas que dominaban los valles del entorno; de lo peligros que todo ello supondría...

- ¿Imaginais el paso por estos mismos caminos de peregrinos, mercaderes, mensajeros y gentes de toda fortuna que debió darse por aquellos tiempos?

Y a uno ya no le hace falta nada más que le dejen tranquilo, ahí mismo, disfrutando del silencio y del placer de dejar correr a la imaginación espoleada por la enorme cantidad de evocaciones que galopan en ese momento por su cabeza.

Y hace un día brillante, fresco, en un lugar donde apenas se siente en la lejanía el cencerro de algún caballo, vaca u oveja, que pasta apacible la misma hierba sobre la que nosotros disfrutamos sentados en silencio del verdor intenso que nos rodea.


miércoles, 26 de octubre de 2016

IVXI

«Ритм труда» ("El ritmo del trabajo"). Nikolai Matorin, hacia 1960 

"Lo fundamental es no impacientarse. Éste es otro consejo que te doy. No te precipites. Aunque las cosas estén tan intrincadas que no sepas cómo salir del paso, no debes desesperarte, no debes perder la paciencia y tirar de un hilo antes de la cuenta. Hay que desenredarlos uno a uno, hay que tomarse todo el tiempo necesario." - Haruki Murakami, Tokio Blues.

Esta magnífica fotografía de Matorin perteneciente a la serie "Un día en la historia" conservada en el The Lumiere Brothers Center for Photography de Moscú, y la cita de Murakami, copiada de Burnedshoes, me parecen una excelente combinación para expresar lo que yo llamo "mi particular cuenta atrás" hacia un momento que, por eleccción propia, he decidido convertirlo en una de esas balizas vitales que para bien o para mal, suponen un punto de inflexión en mi vida.

Es premeditado. Mucho. Y por eso lo asemejo a la finura con que esos dedos hacen vibrar en el silencio del aire los hilos del tiempo. 

Es bueno. Y por lo tanto, efímero. E incluso insignificante para cualquiera de los que leeis estas líneas. Si no lo cuento, no habrá pasado nunca.

Y mientras acaricio esos haces de luz, hago crecer algo que debiera ser nimio: es cuestión de paciencia, concentración y mimo. Desenredo los momentos que van pasando, aliso la inquietud de la espera, hasta convertirla a esta en algo brillante, perpetuo en la memoria de mi futuro.

viernes, 21 de octubre de 2016

Guía de confesores


El obispo Burchard  de Worms redactó allá por el año mil, una obra conocida como el Decretum o Liber decretorum, que trata de diversas cuestiones relacionadas con la organización de su diócesis. De los veinte libros que contiene la obra, es el XIX, conocido con el nombre de De poenitentia o Corrector sive medicus, el que nos interesa, al tratarse de un repertorio de 194 preguntas y respuestas destinadas a servir como guía a los confesores. Gracias a ellas podemos conocer el tipo de pecados que cometían los fieles a los que pastoreaban espiritualmente:

“¿Has fornicado, como algunos tienen la costumbre de hacer, metiendo tu miembro viril en un pedazo de madera perforado, o en alguna cosa parecida, y con ese movimiento y ese placer has expulsado tu semen? Si es que si, harás una penitencia de 20 días a pan y agua.” (Pregunta 124) 

Al leerlas sorprende comprobar que nos describen claramente una versión muy rudimentaria de muchos usos que podíamos creer que son propios de nuestros tiempos:

“¿Has hecho tu eso que algunas mujeres tienen la costumbre de hacer: te has fabricado un objeto o instrumento con forma de miembro viril, del tamaño que te apetecía, lo has atado a tu cintura en el lugar de tu sexo, o en el de otra persona, y has fornicado con otras mujeres, o las otras contigo, con un instrumento de este tipo o parecido? Si es que si, harás penitencia cinco años en los días establecidos”. (Pregunta 154)

Obviamente, a lo largo del texto se trata no sólo de los usos sexuales del momento, sino de todo aquello que requiere de la penitencia del fiel a juicio del obispo de Worms: engaños, robos, malediciencias, faltas a la religión, etc… En este sentido, quizá uno de los temas más interesantes de analizar sea el relacionado con la superstición, habida cuenta de la entonces todavía débil cristianización de aquellas tierras. Como todos sabemos, seguramente en lo llamado “superstición” hay mucho de creencias precristianas. De hecho, recuerda a lo que se puede encontrar referido a la Galicia sueva en “De correctione rusticorum” de Martín de Braga, donde se trata como supersticiones lo que realmente eran usos y creencias anteriores al cristianismo.

Volvamos al obispo Burchard y sus preguntas para los confesores:

“¿Hiciste lo que suelen hacer ciertas mujeres? Toman un pez vivo, y lo introducen en su vagina, y lo tienen allí un tiempo, hasta que esté muerto, y una vez hervido o cocido el pez, se lo dan a sus maridos para comer, por eso hacen esto, para que ardan más de amor por ellas. Si lo hiciste, haz penitencia dos años en los días señalados.” (Pregunta 172)

Vistas las cosas, en aquél tiempo tenía que ser mejor sentarse a la mesa de una familia que hubiera olvidado totalmente las costumbres de sus ancestros…

Curiosamente,  muchas de las cuestiones que trata De poenitentia en relación a la vida diaria del común de los fieles, se centran en sus costumbres sexuales o gastronómicas:

“¿Hiciste lo que suelen hacer ciertas mujeres? Se tiran de cara, y descubiertas las nalgas, ordenan que sobre las nalgas desnudas se prepare pan, y cocido éste se lo alcanzan a sus maridos para que lo coman. Entonces hacen esto por eso, para que estallen en amor por ellas. Si lo hiciste, haz penitencia dos años durante los días señalados.” (Pregunta 166)

Con la perspectiva que nos da el tiempo cuando leemos estas dos últimas preguntas, y todas las que tienen alguna relación con lo que se llama superstición, a uno le invade esa sensación que Goya llamaba la de los Tristes presentimientos de lo que está por venir… Lo digo en el sentido de que estos penitenciales no eran sino el eslabón de una extensa literatura que desembocaría en algo tan nocivo para quienes lo sufrieron como lo fueron las prédicas encerradas en el tristemente célebre “Malleus Maleficarum”, donde las antiguas supersticiones eran consideradas ya brujería.


Es curioso que de todo aquello no haya perdurado en nuestros tiempos tanto la permisividad sexual, ni de pensamiento, sino la ignorancia por la que muchas personas todavía hoy en día se suben al caballo de las supersticiones más degradadas para creer en brujerías, magias, adivinos y horóscopos…


viernes, 30 de septiembre de 2016

Splendor Solis


“Ovidio narra el caso de un sabio anciano que quería rejuvenecer. Para ello era necesario hacerlo pedazos y cocerlos completamente, pero no demasiado. Entonces los miembros volverían a juntarse y a recuperar el vigor juvenil.” Esta historia que cuenta Salomon Trismosin como si fuera algo que él mismo conociera de primera mano, y el propio lector estaba obligado a creer como cosa cierta, es una de las tantas fábulas alquímicas que se recogen en las páginas del Splendor Solis, una de las obras clásicas en esa materia.

Merece la pena fijarse en el detalle de la paloma que bailotea sobre la cabeza del recién reconstruido anciano, y que no es otra cosa que su espíritu dispuesto a retornar a ese cuerpo recompuesto tras haber sido troceado… Por si fuera poco, parece ser que para reparar la avería en condiciones, el baño debe hacerse en un preparado a base de mercurio, que no todo va a ser disfrutar.

Esta es una de las tantas ilustraciones que contiene el “Splendor Solis”, de un tal Salomon Trismosin, a quién durante mucho tiempo se identificó con Ulrich Poysel, maestro del mítico Paracelso. Pero en los últimos estudios que se han realizado de esta obra, se ha desechado su autoría y nos hemos quedado de nuevo sin saber quién fue realmente la persona que se ocultó tras el seudónimo del autor.

El caso es que esta obra, realizada en torno a la segunda mitad del siglo XVI, contiene 22 pinturas de gran formato, elaboradas según el estilo de la miniatura renacentista. Algunas de ellas son de muy difícil interpretación, bien por el hecho de que el propio autor tenía esa intención, o bien porque lo que tenía que explicar a través del dibujo era algo demasiado confuso. Pero esta dificultad es también una ventaja, pues la falta de claridad nos deja las puertas abiertas a la libre interpretación. Vean si no algunas de las imágenes, e interpreten a su gusto.


Existen varias copias más o menos contemporáneas de esta obra, que tienen la peculiaridad de estar iluminadas por distintas manos con mayor o menor fortuna. Dos de ellas son las más conocidas. La primera, la que se conserva bajo la referencia All.113 en la Biblioteca Nacional de Francia, es uno de los Splendor Solis más antiguos y refinados que se conservan, y fue un modelo utilizado para realizar copias posteriores,

La otra, puede consultarse en la British Library, con la signatura Harley 3469. Es seguramente la más conocida y la mejor estudiada de todas las copias existentes. Las propias ilustraciones, aún siendo muy semejantes, tienen mayor calidad que las de la que le sirvió de modelo, la de París. Un ejemplo comparativo.


De la copia de la British Library, tenemos además algo que para mí le da gran valor a una obra con la edad que tiene aquella: su trayectoria a lo largo de los siglos. Sabemos que John Evelyn, pintor de la corte del rey Carlos II de Inglaterra, debió encontrarlo en la biblioteca de Whitehall Palace el 2 de septiembre de 1680, y contó que contenía“los procesos para el Gran Elixir de los filósofos” y la adornaban pinturas de una gran belleza, tal y como aún podemos comprobar hoy en día. 

Se sabe que posteriormente fue su propietario el barón Johann Friedrich Böttger, hombre aficionado a las cosas de la alquimia, y conocido por haber dado con la fórmula para fabricar la porcelana. Más tarde pasó a manos del teólogo alemán Johann Cyprianus, y de los herederos de éste llegó a la biblioteca privada de la poderosa y aristocrática familia Harley, protectora de artistas y eminentemente bibliófila, hasta que en 1753 lo compró la British Library, interesada seguramente por el que era considerado ya por aquél entonces el más bello tratado de alquimia que se conoce.

miércoles, 28 de septiembre de 2016

La mirada de Miriam Cooper



Mira.

Miriam Cooper, actriz de cine mudo. Una de las protagonistas de la legendaria "Intolerance" de D.W. Griffith, estrenada este año hace un siglo.

Ni más ni menos.

Simplemente Intolerancia, ahora como hace cien años.


Y esa mirada. La mirada de Miriam Cooper.

lunes, 19 de septiembre de 2016

Hacia todo aquello que ahora mismo resulta desconocido



Esta es una edición romana fechada en 1476 de la Geographia de Ptolomeo que me he encontrado casualmente, mientras curioseaba por las colecciones de mapas antiguos digitalizados que existen por la red. Les recomiendo encarecidamente que pulsen aquí y disfruten a pantalla completa de la calidad de la reproducción, y, sobre todo, del placer que produce el abandonarse a estas cosas...

Konrad Sweynheym, autor de esta Geographia, fue un clérigo de la catedral de Maguncia, cuya afición por las cosas de aquél nuevo invento que fue la imprenta, le llevó a dedicarse a ello por entero. Al tiempo, se asoció con un antiguo aprendiz de Gutenberg, Arnold Pannartz, con quien se trasladó al monasterio italiano de Santa Escolástica de Subiaco, huyendo del asedio al que había sido sometida su ciudad. Allí habían sido llamados ambos por el cardenal Giovanni Turrecremata, alias italiano del dominico vallisoletano Juan de Torquemada, protegido del papa Calixto III, llamado a su vez en el siglo Alfonso de Borja. Si este Juan de Torquemada tenía algo que ver con el archiconocido Tomás, el inquisidor, es algo que desconozco.

El caso es que Turrecremata era abad del monasterio de Subiaco, a unos 70 kilómetros al este de Roma, y hombre interesado como Sweynheym en las posibilidades que ofrecía la imprenta. Bajo su protección Konrad y Pannartz se convirtieron aquél año de 1464 en los primeros en editar un libro en Italia. Se trata de una obra del gramático latino Elio Donato, que desgraciadamente se ha perdido. A ésta le siguieron otras, de las cuales si se conserva algún incunable, como un "De oratore" de Cicerón, y un "De divinis institutionibus" de Lactancio, ambas de 1465.

Tras terminar en 1467 el "De civitate Dei" de San Agustín, ambos decidieron marchar a Roma. Habían sido llamados por la familia Massimo una de las más importantes de la aristocracia de la ciudad, que se decía descendiente de la "gens Fabia" en los ya lejanos tiempos de la República. Con ellos, y después bajo la protección del papa Sixto IV, realizaron algunos de sus más conocidos trabajos, cerca de 18 obras, hasta que allá por el año 1474 decidieron separarse.

Fue entonces cuando Sweynheym decidió comenzar a trabajar el grabado en cobre a punta seca con los mapas que ilustraban la Geographia de Ptolomeo, una obra muy codiciada en su época y que, dada su técnica de elaboración, prometía una excelente calidad. Desgraciadamente murió a falta de terminar la elaboración de los mapas, cosa que completó Arnold Buckinck.

Al visitar hoy en día la copia digitalizada de esta Geographia, la mirada de uno acompaña a los movimientos del cursor hacia el este, hacia lo que considera los misteriosos y oscuros confines de aquello que, en aquél entonces, era una mezcla no bien delimitada entre lo real y lo imaginado. La mirada, en fin, se dirige hacia lo ignoto, hacia lo que queda por descubrir. Quizá, inconscientemente esté intentando desperezar el ánimo y despertar los sentidos para llevarlos, con buen viento, hacia todo aquello que ahora mismo resulta desconocido.


lunes, 1 de agosto de 2016

Nubes

(Elliott Erwitt. The Tate Gallery. Rodin sculpture. London. 1993)

Llega el momento de dejar de mirar.