“El hermano mayor de mi compañero de clase representaba a mis ojos el
símbolo de la revolución por lo mucho que le gustaba contar las aventuras de
sus viajes como guardia rojo. Pero un día una flauta de bambú cayó en sus manos
y quien tanto disfrutaba compartiendo sus fantásticos relatos se volvió de
repente un ser reservado y taciturno. Conservo su imagen cada vez que regresaba
del campo a casa de sus padres con un desgastado petate de lona en la mano
derecha, la flauta en la izquierda y unas viejas zapatillas de deporte llenas
de barro; la misma estampa de cuando se volvía a marchar, solo que al partir
sus zapatillas estaban relucientes porque su madre se había encargado de
limpiarlas. Los días que pasaba en casa se quedaba sentado en la ventana
tocando entrecortadas melodías de la revolución que en su flauta perdían el
ardor y el ímpetu revolucionario y adquirían un tono lánguido y decadente. A
veces simplemente se apoyaba en el alféizar con la mirada perdida y si nos
acercábamos a hablar con él se limitaba a observarnos sin inmutarse.”
Yu Hua es, seguramente, uno de
los autores chinos más reconocidos actualmente. El autor de “Vivir” y “Crónicas
de un mercader de sangre” es, a día de hoy, el más digno heredero de aquél
poliédrico Lu Xun que abrió la narrativa china a la modernidad con ese “Diario
de un loco”, en cuyas primeras líneas, el protagonista tiene ya la sensación de
que el mundo que la rodea no es normal y dice:
“Si no, ¿por qué el perro de los
Zhao me ha mirado así?”
En el mismo libro en el que
cuenta lo que dice el párrafo que abre esta anotación, Hua explica que la
palabra shanzhai, que actualmente sirve para denominar a todo lo que es una
imitación, hacía referencia originalmente a una aldea de montaña protegida por
una empalizada o cualquier fortificación. Más tarde, cuenta, se amplió su
definición y pasó a utilizarse para
referirse a zonas de miseria o lugares donde habitaba gente pobre. En el pasado
se aplicó también a las guaridas de forajidos y bandoleros, implicando por
extensión todo lo que escapaba a la jurisdicción del gobierno, incluidas, como
se adelantaría a completar lleno de alborozo un acólito de la SGAE, las copias,
o la imitación, como dice nuestro autor.
Esa shanzhai de la realidad, esa
copia, es la que me encontré por sorpresa en “China en diez palabras”, que me puse a
leer un poco por agradecimiento al buen sabor de boca que me habían dejado otras obras del mismo autor. Bueno, lo de buen sabor de boca es un
modo de decir que me gustaron, pues entre sus líneas encontré mucho dolor,
nostalgia, cierto providencialismo y, sobre todo, cantidad de testimonios de
primera mano disfrazado de ficción novelada.
El título de “China en diez
palabras”, puede hacernos creer que nos encontramos ante la típica guía o
diccionario divulgativo para alimento de las personas que pretenden conocer sin
profundidades… Pero nada más lejos de esa idea que lo que es este libro. Alguien
ha cometido un error con el título.
Yu Hua, repasa su vida y la de su
país a lo largo de estos últimos 50 años, desde la Revolución Cultural hasta el
día de hoy, como testigo de los profundos cambios que ha sufrido aquella
sociedad, empleando para ello diez conceptos -mejor que palabras-, que son los
que adornan la portada y no me voy a tomar el trabajo de transcribir. Sólo
hablare brevemente de uno más que creo que refleja perfectamente el contenido
del libro.
El término chino caogen hace referencia
a la “raíz de hierba”, es un término que en los últimos años, según Hua, ha
tomado prestado otro de los significados que tiene su traducción inglesa,
grassroots, para referirse a la gente de a pie.
Es a esta raíz de hierba a la que
dedica especialmente sus observaciones, el relato de sus vivencias y evocadores
recuerdos, como el del hermano de su amigo, que tras un brillante inicio como
guardia rojo recorriendo el país, termino apagándose hasta extinguirse un día,
mientras iba camino del campo al que acudía a trabajar.
Es quizá este gusto por retratar
a la raíz de hierba, más real que la falsa imitación de arquetipos que pretende
las grandes historias, lo que hace que la lectura de este libro se convierta en
un viaje intenso, lleno de emociones, de aprendizaje y hallazgos que merece ser
hecho para conocernos un poco más a
nosotros mismos a través de los demás, de aquellos que aún siendo tan lejanos,
en la profundidad de su ser se pueden mostrar tan semejantes a nosotros.
Preparando mi visita a las
tierras de Jaén, di con la historia de los diferentes hitos de la caminería de
la provincia: el puente del obispo, la cruz de Mendoza, el humilladero del nicho
de la legua, el vítor de Carlos III, varios leguarios y ventas –entre ellas una
muy curiosa, la del Chaval-, y la Cruz del Muerto, en el antiguo camino de
Granada, hoy vía pecuaria que de Jaén llega a la Cerradura. Esta cruz, que ya
no debe existir, señala el lugar donde se encontraron ensangrentadas las ropas
de una mujer que fue atacado por los lobos…
Al leer esta historia, recordé
rápidamente la del guardia rojo que menciona Hua, las que relataba Domenico Laffi en su “Viaje a Poniente”, o
las de la bestia de Gévaudan… En cierta manera, el libro de Hua, además de explicar
de manera muy clara lo que ha ocurrido con aquél país, es el relato de su vida
y la de otras muchas que no son otra cosa que esa raíz de hierba, nosotros
mismos, que poblamos con nuestras esperanzas, anhelos y desilusiones las tierras
de arcilla, arenosas o empantanadas que nos han tocado en suerte.
Usted sabrá donde see mete, pero a poco le sale al paso Curro Jimenez, "el parao", que no de lengua, y le cuenta lo que "arga falta", antes de irse a la procesión.
ResponderEliminarSuerte por esas tierras,
Yo me apunto al chino ese yujuá, a ver si cae
Salud!
Guarde cuidado, amiga, que al barquero de Cantillana le escucharé gustoso sus cuentos si media en la mesa un buen caldo y alguna de las viandas que por allá se usan. Mi camino va a ser de herradura, el de los ventorros y cruceros, en busca de alguna que otra historia que llevar al casco, que eso todavía no me lo ha prohibido el médico...
EliminarEspero que disfrute de yujuá si se lo tumba.
Salud!
...y de China a Jaén descendiendo líneas que son como escalones labrados que, mágicamente, no llevan al subsuelo sino a otra superficie de la que el propio Yu Hua hubiera extraído nuevas raíces de hierba.
ResponderEliminarEs sin duda entre esas , donde se encuentra la esencia de todo lo que nos rodea, sea en la China o a la sombra de un olivo al sur de Ibros.
EliminarY con unos cuantos escalones más, llegarás a esta tierra donde ya termina el camino y se vislumbra otro continente.
ResponderEliminarA pocos escalones, así es... aunque no me hable de finales de camino, que me doy la vuelta...
EliminarMire que si al final le gusta el país del sur y se queda por aquí a vivir...
ResponderEliminarPues hay lugares de aquél sur brillante en los que a gusto me quedaría a reposar. Aunque también le diré que soy de espíritu voluble en esto del viajar y conocer nuevos lugares, pues de aquel en que aparezco termino por enamorarme irremediablemente. He llegado a acostumbrarme tanto a estos enamoramientos, que he terminado por hacer el caso justo a mis afectos. De lo que no hay duda es de que volveré. Me ha quedado mucho que descubrir.
Eliminar