Estamos en noviembre de 1889. Apenas
han pasado 16 años desde que Julio Verne publicó su “Vuelta al mundo en 80 días”,
cuando Nellie Bly, reportera estrella de “The
New York World” de Joseph Pulitzer,
anunció en las páginas de este periódico que estaba a punto de emprender la
aventura más sensacional de su carrera: un intento de dar la vuelta al mundo
más rápido de lo que nadie había sido capaz antes… Más aún de lo que Verne
fabuló en su novela que hizo el señor Fogg: ella lo haría en setenta y cinco
días.
A John Brisben Walker, editor de
la revista “The Cosmopolitan”, competencia de la de Pulitzer, aquello le pareció
una gran idea… como si hubiera sido suya. De hecho, pensó que mejor que
aquella, era la de plantear la aventura como un reto: Cosmopolitan enviaría a
su propio competidor a dar la vuelta al mundo, pero viajando en la dirección
opuesta, y, por supuesto, ganaría la carrera a la periodista del World. Walker debía
decidir a quién enviaría y hacerlo inmediatamente, pues la persona elegida debía
salir sin dilación, para hacerlo casi a la vez que Nellie que abandonaba
Nueva York en dirección a Europa aquél mismo día. Pero, ¿a quién proponérselo?:
parece que Walker no dudó mucho en hacer llamar a Elizabeth Bisland, editora
literaria de la revista, avisándola de que necesitaba verla urgentemente. Ya
mismo.
Elisabeth Bisland |
Por aquél entonces, Elizabeth
Bisland tenía veintiocho años, y era conocida en los refinados ambientes cultos
de Nueva York por el salón literario que había creado en su pequeño
apartamento, donde se discutían los temas artísticos de la época. Lectora impenitente,
en su columna frecuentaban artículos dedicados a autores tan diversos como
Rousseau, Emma Lazarus, Tolstoi, Hjalmar Hjorth Boyeson y Cervantes. Su perfil
era muy distinto al de Nellie Bly: Bisland era una autora y crítica literaria
amante de la rutina, Bly era en cambio una intrépida reportera de
investigación.
Cuando llegó a las oficinas de Cosmopolitan,
y su jefe le propuso hacer la vuelta al mundo compitiendo con Nellie Bly,
empezó por no creer lo que estaba oyendo, para pasar después a negarse en
redondo. Elizabeth tenía dos razones de peso para ello: al día siguiente tenía
invitados a cenar en su apartamento y, además, no disponía de nada que llevar
para un viaje tan largo.
Seis horas más tarde, Bisland se
encontró en un tren que marchaba de Nueva York atravesando Norteamérica con
destino a San Francisco. Pensaría seguramente en lo poco convencida que había
estado en su oposición a la propuesta de su jefe y, por qué no, en la excitante
aventura que acababa de comenzar.
A partir de aquél día, Elizabeth
Bisland escribiría siete artículos sobre su carrera alrededor del mundo para
The Cosmopolitan. En 1890 fueron recopilados y publicados por Harper &
Brothers como un libro titulado “In Seven
Stages: A Flying Trip Around the World”.
Su relato, claro reflejo de lo
sorpresivo y desproporcionado que fue aquél periplo, empezaba así:
“Si el 13 de noviembre de 1889 un profeta aficionado hubiera predicho
que pasaría el día de Navidad de ese año en el Océano Índico, espero no haber
contribuido con mi abierta e insultante incredulidad a las penalidades que sin
duda lleva consigo tan duro oficio. En su lugar confío, con la amabilidad
requerida ante un ejemplo tan claro de predicción aberrada, haberme limitado a
citarle ese pasaje del Corán en el que está escrito: "El Señor ama al
mentiroso alegre", y decirle que se fuera en paz. Sin embargo, pasé el día
25 de diciembre navegando a través de las aguas que bañan las costas del
Imperio de la India, e hice otras cosas igualmente inimaginables, de las que no
me hubiera creído capaz si me hubieran prevenido. Sólo puedo alegar con excusa
que estas andanzas no fueron premeditadas, porque los profetas descuidaron su
oportunidad y no recibí augurio alguno.”
Desde aquél mismo inicio, la
carrera entre Bly y Bisland fue seguida estrechamente por la prensa de todo
Estados Unidos, y las apuestas sobre el resultado inundaban día tras día las
casas de juego del país.
Nelly Bly |
En su relato, Bisland prestaba
especial atención a los paisajes siempre cambiantes de la tierra y el mar.
"Ella se deleitó sentándose en la cubierta superior de un buque de vapor, mirando
el océano durante horas”, escribió cuando cruzaba el Pacífico.
Bisland nunca había estado fuera
de su país antes, y eso quedaría reflejado en cada una de sus impresiones,
especialmente a su paso por el Japón, el mar de China y la costa de la India. Entre
sus vivencias, recordó siempre con especial afecto los avistamientos de
ballenas que tuvo ocasión de vivir a bordo del Britannia en el que se embarco en
Ceilán el primer día del año 1890 en dirección a un lugar tan lejano como el
puerto de Brindisi en Italia. Precisamente Bly había iniciado ese mismo
trayecto, aunque en dirección opuesta y a bordo del Victoria, unos días atrás.
La larga travesía se amenizaba con partidas de criquet en cubierta, bailes
todas las noches y pequeñas representaciones teatrales. Al pasar por Aden y
Suez, la travesía se detuvo durante unos días, cosa que aprovechó para conocer
aquellos lugares y dejar cumplido testimonio de ello en sus artículos.
Pero las impresiones del viaje,
sus descubrimientos, no le despistaron del motivo por el que estaba ahí:
participaba en una carrera por dar la vuelta al mundo antes que su competencia
Nellie Bly, y tenía noticias de que podía estar ganando... Sólo tenía que
aguantar el agotamiento que sentía cuando ya atravesaba Europa, el frío, el
hambre, la falta de sueño… Su entrega en los últimos días estaba siendo tal,
que aprovechando la cantidad de posibilidades de desplazamiento que le ofreció
su llegada al viejo continente, había olvidado darse cualquier descanso. Fue así
como cruzó Francia, Inglaterra, Gales e Irlanda para coger el buque de vapor que
la llevaría a Nueva York y a vencer a Bly. Pero resultó que el barco que tenía
proyectado coger no apareció, o fue “enviado” por Pulitzer a otro puerto, según
las malas lenguas, por lo que tuvo que contentarse con cruzar el Atlántico en
un vapor mucho más lento que el que tenía previsto.
Mientras tanto, su competidora Nellie
Bly, que había hecho el camino en sentido opuesto, tuvo algo más de suerte
cruzando el Pacífico desde Yokohama en el vapor Oceanic, a pesar de las
terribles tempestades que sufrió, gracias a la entrega del capitán, que para
darle ánimo no dudo en grabar en la caldera del barco el compromiso
incondicional de toda la tripulación:
“For Nellie Bly,
We’ll win or die”
(Por Nellie Bly,
O ganaremos o moriremos)
Llegada a la costa oeste de
Estados Unidos tuvo que afrontar el encontrarse con la mayor parte de las
líneas férreas que conectaban con Nueva York bloqueadas por una tormenta de
nieve, a lo que sus poderosos valedores no dudaron en enfrentar el flete de un
tren especial de Oakland a Chicago por el sur del país, y “sin escatimar un
centavo”, para que Nellie Bly llegara antes que su competidora a destino. A la
vista de esto, no cabe el extrañarse en sospechar que la “desaparición” del
vapor que esperaba coger Bisland en Irlanda se debiera también a alguna
generosa aportación económica.
De cualquier modo, al final,
Elizabeth Bisland logró batir la marca de ochenta días de Phileas Fogg,
completando el viaje en setenta y seis días, lo que habría sido el viaje más
rápido jamás hecho en todo el mundo, si no fuera por el hecho de que Nellie Bly
había llegado cuatro días antes.
A diferencia de su competidora,
que al regresar a Nueva York inició una gira por las principales capitales del
país, Bisland hizo todo lo posible por evitar la fama y la publicidad. No dio
conferencias, ni patrocinó ningún producto. Tampoco gustaba de comentar
públicamente nada sobre el viaje. De hecho, huyendo de la fama que había ganado
con el viaje, decidió abandonar los Estados Unidos y poner rumbo a Gran
Bretaña, donde se quedó a vivir los dos años siguientes.
Bisland sería escritora hasta el
final de su vida. En 1927, a la edad de sesenta y cinco años, publicó una
colección de ensayos, titulada “La verdad sobre los hombres y otros asuntos”,
en el que manifestaba, entre otras cosas aquello de que "El más antiguo de
todos los imperios es el del hombre. Ninguna casa real es tan antigua como la suya".
Merece la pena dedicar una
lectura tanto a “Around the World in 72 Days” de Bly como a “In
Steven Stages: A Flying Trip around the world” de Bisland, son los relatos
amenos y emocionantes de sus aventuras en forma de crónica de viajes, valiosos
testimonios de aquella época, cada uno con el estilo particular de su autora.
Las dos obras están llenas de humor, hechizo y romanticismo, pero revelan al
mismo tiempo una mirada crítica al mundo que les rodea.
La primera de ellas cuenta con
una traducción al español, y en este mismo idioma está publicado “Ochenta días. La gran carrera de Elizabeth
Bisland y Nelly Bly” de Matthew Goodman, obra en la que me he apoyado para
escribir estas líneas, hoy que aunque muy poco amigo de las efemérides y
homenajes de calendario, he querido aportar mi pequeño grano de arena al día de
la mujer trabajadora.
Y dejo como colofón, la frase que
creo mejor ilustra aquello que los espíritus viajeros, como el de estas dos mujeres
tan diferentes, buscan allá lejos, tras el horizonte:
“Que cosa tan buena es, se dijo a
sí misma, haber vivido de verdad al menos una vez”.
hum... todo el mundo publicando, y al mismo tiempo, esta carrera también me gusta, pero no estaría tan bien relatada como la suya, Me voy a rebuscar y conseguir ese libro de viejo ya mismo
ResponderEliminarTocaba o desperezarse o hacer un intento de abrir la tienda... he optado por lo segundo, que la charlatanería de mis dedos necesita de estas cosas...
EliminarPena que no haya diario o revista que le subvenciones a uno aventuras de este tipo, que iba a disfrutar de lo lindo.
Salud!
Dos señoras con unos buenos ovarios, desde luego; los mismos que tantas otras sepultadas en el olvido que demostraron que el coraje y el esfuerzo carecen de sexo.
ResponderEliminarIntentaré agenciarme alguno de los textos que citas.
Creo que disfrutará de su lectura... y, si, muchas veces lo que se pone en valor no es tanto la acción como quién es quien lo hace... No tenemos remedio.
EliminarSalud!
Lo que me extraña es que Bisland explotara tan poco el viaje con solo siete artículos durante tantos días.
ResponderEliminarMe da a mi, y algo creo que se intuye en lo que cuento, que a diferencia de Nelly a ella lo del viaje no era algo que le pareció especialmente notorio en su vida. Hay que tener en cuenta además que escribía para una revista mensual, que el número de escritos a enviar serían los estipulados por contrato y que las circunstancias de premura en las que vivió "la carrera" tampoco le permitirían dedicar a ello mucho más tiempo.
EliminarBienvenido de nuevo a este pequeño grupo de resistentes en esto de los blogs.
ResponderEliminarNunca me he ido. Dentro de pocas semanas hago 12 años en esto de los blogs y es algo que sólo he interrumpido ocasionalmente por cuestiones anímicas o laborales. Otra cosa es que además en ocasiones me vuelvo un poco vago... Pero no, abandonar esto de los blogs es algo que me pensaría muchas veces antes de hacerlo. Otra cosa es que, por desgracia, no tiene nada que ver con lo que fue...
ResponderEliminarPocos pueden decir que vivieron de verdad, con viajes y sin ellos. A mí me gustaría batir otro récord, el de dar la vuelta al mundo en 80 años. Es tanto lo que hay que ver...
ResponderEliminarNo le falta razón, más aún si se entiende el concepto de viaje de la manera tan amplia como lo permite la cultura moderna.
EliminarPor cierto que me apunto al récord de los 80 años, o más si se pudiera, aunque me gusta el espíritu que rodea a todas aquellas aventuras.