Parece que Cherubino Cornienti se impacientó mucho en
aquella ocasión. Una cosa era que la Trattoria Lepre, en la via Condotti de Roma, fuera apreciada por tener
uno de los menús más extensos que se conocían -450 platos y 50 tipos diferentes
de sopa-, y otra muy diferente que ello fuera razón para hacer esperar a un
artista hambriento.
Cherubino observaba al camarero charlando en la cocina, lanzando requiebros a una clienta y volviéndose hacía un compañero para preguntarle algo sobre los
platos que llevaba a una mesa… Pero no parecía tener la intención de querer
darle de comer a él... ¿Lo hacía queriendo?, ¡maldita mi fortuna, que me ha tocado a este
botarate como camarero!, ¡pues ahora te vas a enterar!
Arrancó un pedazo de aquella
interminable carta, le dio la vuelta y sacándose un lápiz de los que llevaba
siempre por los bolsillos, dibujó con trazo rápido y firme el retrato de aquél
endiablado camarero, montado sobre una tortuga.
“Tito cameriere del Lepre a Roma”
¿No tienes prisa? ¡pues yo te regalo la eternidad!
Hay momentos en los que desearíamos tener algo más expeditivo que un lápiz, olvidando que el efecto de éste es más eficaz y duradero. ¿Le habrán servido ya?
ResponderEliminarCuando hay hambre y a uno le hacen esperar, la verdad es que mejor dibujar al cameriere sobre una tortuga que dar rienda suelta a los instintos primarios que se despiertan... Lo mismo tenemos todavía a Cherubino esperando. !Quién sabe!
Eliminarmalage! que te escriben en los cuadernos o te pintan,
ResponderEliminarmal fario los lleve,
-A beber y a comer a tu casa, Cherubino
Es ya no se respeta nada, y menos en los establecimientos de servicios básicos, como usté bien sabe Frine
EliminarQue mal lo pasaría Mafalda en esa trattoría con tanta sopa...
ResponderEliminarJaja, y de verdad además. Y de paso casamos al perezoso de Tito con Susanita... Llevo mucho tiempo pensando en revisitar a Malfalda. Genial.
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