jueves, 30 de junio de 2016

Elogiemos ahora a hombres famosos


No, no nos confundamos: no son los Milly, John y Jean Mac Lellan, retratados por  Paul Strand, que asomaron a este mismo cuaderno hace unos días. Aunque estos también me van a dar pie para contar una historia.

Tenemos frente a nosotros esta vez a un trío de elegantes hombres de negocios. Miran con cara de pasmados a través de la ventana de un pequeño restaurante de comida rápida situado en la esquina de la avenida Lexington con la calle 44. Fueron sorprendidos por Walker Evans dándole al sándwich mientras entretenían la mirada con el gentío que, se adivina por el reflejo del cristal, había en el exterior.

Por la fecha en la que se hizo, 1929, es fácil adivinar la que estaba a punto de caer y el modo en que cambiaron las vidas de muchas personas. Es posible que incluso las de estos tres seguros y prometedores ejecutivos. El mundo no fue el mismo a partir de ahí, de ese momento que -imaginemos- podían estar viendo llegar nuestros tres hombres, a través de aquella ventana tan diferente y tan alejada de esa otra de South Uist en Nuevas Hébridas.

Pocos años después, precisamente durante los fatídicos meses de julio y agosto de 1936, Walker Evans recibió un encargo de la revista Fortune. Debía acompañar al escritor y periodista James Agee para documentar las condiciones de vida de varias familias campesinas de Alabama. Es de todos conocido que, después de aquella convivencia de casi dos meses, resultaron unos textos e imágenes tan descarnadas, directas y carentes de concesiones, que la revista decidió no publicarlas...

Seguramente, se debía a que junto a las imágenes de Evans se vertían juicios de valor que podían ser considerados perniciosos, políticamente incorrectos que diríamos hoy:

«creo que todos los seres humanos son potencialmente capaces, dentro de sus límites, de comprender plenamente sus potencialidades; que el hecho de que esto les sea arrebatado, por estrangulamiento o engaño, es infinitamente el más espantoso, corriente e inclusivo de todos los crímenes de que la humanidad pueda acusarse» 

Tuvieron que pasar cinco años para que se editaran las fotografías y una recopilación de aquellos artículos bajo el nombre de “Elogiemos ahora a hombres famosos”. Así nació uno de los libros más originales e influyentes del periodismo del siglo XX, un volumen totalmente recomendable para todo aquél que disfrute de aquellos textos que respiran absoluta honestidad e indignación en todas sus páginas.

Ya desde las primeras ajusta cuentas con Fortune, denunciando actitudes que pretenden aparentar lo que no son:

“Me parece curioso, por no decir obsceno y absolutamente aterrador, que una asociación de seres humanos reunidos por la necesidad, el azar y el provecho en una compañía, un órgano del periodismo, se le ocurriera hurgar íntimamente en las vidas de un grupo de seres humanos indefensos y lastimosamente perjudicados, una familia del campo, ignorante y desvalida, con el propósito de exhibir la desnudez, desventaja y humillación de estas vidas ante otro grupo de seres humanos, en nombre de la ciencia, del periodismo “honesto” (cualquiera que pueda ser el significado de esta paradoja), de la humanidad, de la osadía social, por dinero, y por la fama de hacer cruzadas y ser de una imparcialidad que, manejada con suficiente habilidad, es intercambiable en cualquier banco por dinero (y en política por votos [...]) y que esta gente pudiera ser capaz de contemplar esta perspectiva sin la menor duda sobre su cualificación para hacer un trabajo “honesto” y con una conciencia más que limpia y la virtual certeza de una aprobación pública casi unánime”

Serán cosas mías, pero para mi que este modo obsceno de comunicar al que se refiere Agee sigue estando vigente. 

10 comentarios:

  1. Está más vigente que nunca, ya que las vidas de los más desaparecidos son carne de artículo, a ser posible acompañadas de un par de fotos bien crudas. Pero no olvidemos que los medios de comunicación viven de nuestros gustos.

    No recuerdo quién dijo que lo malo no era la televisión, sino las demandas de los televidentes.

    Enorme Walker Evans, lo admiro desde que vi en Madrid una exposición sobre él.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Estoy totalmente de acuerdo, con lo que comentas. Como todos, viven de vender lo máximo posible, y la mejor manera de hacerlo es simplificando los mensajes y haciéndolos atractivos para la audiencia; aunque ello suponga algo que podríamos creer tan opuesto a esos intereses como sería el mostrar ciertas dosis de crudeza...
      Pero si, es así, y supongo que hacerlo otra manera puede ser o más dificil o menos conveniente. En esto último es donde me surge a mi la duda con respecto al planteamiento anterior: ¿es lo que se pide o lo que preferimos que nos pidan?

      Creo que fue la de Maphre a la que te refieres, que no tuve la suerte de ver, pero de la cual me regalaron un magnífico catálogo.

      Eliminar
    2. Antes, cuando había menos opciones, aún teníamos la excusa de decir que veíamos o leíamos lo que nos ofrecían. Hoy día, en un mundo que vive de encuestas y estudios de mercado, estos indican que preferimos (generalizo) lo fácil, aquello que venga mascado y que no nos obligue a pensar. Ahora tenemos infinidad de otras opciones, y si no las tomamos es porque no queremos.

      Eliminar
    3. Es lo que dicen de la "censura por saturación".. Se nos ofrece tanto, y de tan variada calidad y credibilidad, de todo que, además de perder valor, dispersa nuestra atención. Si fuera un conspiracionista de esos, diría que pretenden anular nuestra capacidad de concentración, de abstracción.

      Saludos!

      Eliminar
  2. ¿Se inspiraría Mario Camus en esa foto para "Los santos inocentes"?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues no había pensado en ello, pero bien podría ser,aunque este tipo de composiciones familiares han sido muy frecuentes a lo largo de toda la historia de la fotografía.

      Eliminar
  3. Curiosa coincidencia! estaba yo misma mente en Winckelmann, donde se apoya en su tesis sobre la belleza, en una frase de Eurípides en Hécuba, para argumentar, que sabemos de lo bueno y de lo bello que no sabemos distinguir, partiendo de lo "absoluto" de lo malo y de lo feo, que si sabemos discernir. Es decir, parece que lo negativo entra más directo y mejor en nuestro cerebro, hasta que está entrenado.
    De ahí la máxima de que si tienes espacio para 10 noticias, tienes 10 negativas y otras 100 con otra información y positivas, se ponen las 10 negativas.
    Salud y buen fin de semana Charles

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¨Hay muchas cosas terribles, pero ninguna lo es tanto como el hombre¨ Euripides dixit ahí, creo.

      Y la verdad es que sí, aunque yo quiero creer que sólo algunos hombres; o todos bajo determinadas circunstancias, lo cual es lo mismo que lo primero: algunos. Yo creo que la diferencia entre un mensaje simple positivo y otro simple negativo es que este último tiene más impacto, pues añade un matiz más al primero...

      Usted lo pase bien con los suyos igualmente, Salud!

      Eliminar
  4. Conozco esas fotos de las familias pobres de Alabama, pero no sabía acerca de su autor. Sin duda FOTO DENUNCIA y de verdad está más vigente que nunca como ya lo dijo Tawaky...Esas fotos vale la pena darles una revisión porque puede que alguien diga que la depresión terminó ¡será verdad?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Existe, como existe la carencia absoluta, pero quizá se deba al hecho que subyace en una de las mayores culpas de nuestra sociedad: solo existe lo que vemos, así que no me muestres lo que no me gusta, o si lo haces que sea en contextos que me son ajenos... de algo de esto, he pretendido decir algo en la anotación que acabo de añadir a mi cuaderno sobre París.

      Salud!

      Eliminar