Visitando –virtualmente, claro
está-, el Museo Etnográfico González Santana de Olivenza, me encuentro con este
curioso artefacto que de primeras me ha recordado al famoso trompetín que usaba
el abuelo de la familia Cebolleta. Pero no era eso, y además me ha hecho
descubrir que este año se cumple también una de esas numerosas efemérides que
pasan sin pena ni gloria…
Parece ser que allá por el año
1816, auscultando a una mujer por el
método tradicional de pegar la oreja al paciente, el doctor Rene Laënnec se dio
cuenta de que el abundante pecho de aquella impedía oír nada, por lo que se le
ocurrió algo tan sencillo como enrollar una hoja de papel, aproximarla al seno
y entonces escuchó “de la forma más clara y precisa que jamás lo habían
hecho”. Tal y como se puede leer en el texto que acompaña a este
rudimentario instrumento, el estetoscopio había nacido.
Años después, en 1895, otro doctor, Adolphe Pinard, reinventó
este artilugio para averiguar el estado en que se encontraba el corazón de los
fetos de las embarazadas. Para ello, se le ocurrió abrir más el extremo en
forma de trompetilla y así pudo oír con claridad los latidos fetales. Surge así
el estetoscopio de Pinard, muy utilizado durante todo el siglo XX hasta que
apareció la monitorización fetal hacia 1970.
Al verme inmerso en estas cosas,
que poco tienen que ver conmigo y lo que habitualmente es de mi interés, me ha
venido a la memoria una referencia bibliográfica que anda circulando entre
algunos de los cuadernos que visito frecuentemente. Me refiero a “El
conocimiento inútil” de Jean Francois Revel, que el otro día estuvo buscando
con desesperación por la feria del libro de Madrid un apreciado amigo.
Y es que eso del conocimiento
inútil es algo hacia lo que algunos tenemos especial tendencia, acumulando todo
aquello que no nos sirve, como si sufriéramos de un mal intelectual de Diógenes…
Y así es como también me ha venido, esta vez a modo de consuelo, aquello que decía Frida Kahlo:
“Yo solía pensar que era la persona más extraña en
el mundo, pero luego pensé, hay mucha gente así en el mundo, tiene que haber
alguien como yo, que se sienta bizarra y dañada de la misma forma en que yo me
siento. Me la imagino, e imagino que ella también debe estar por ahí pensando
en mí. Bueno, yo espero que si tu estás por ahí y lees esto sepas que, sí, es
verdad, yo estoy aquí, soy tan extraña como tú.”
Una amiga que ya no está, me decía hace muchos años: Lo que me irrita que te intereses por cosas que no te interesan...
ResponderEliminarEs una manía muy extendida, pero ese interesar lo traslado yo al plano pragmático, a su utilidad, pues por interés puro y duro, nos puede interesar has el proceso de metamorfosis de la anchoa en Terranova... Será que somo unos desinteresados juas!
Eliminarmagnífico desarrollo el de Frida, pero no es necesario dar testimonio abierto de estas manías, se llevan con resignación y bizarría,
ResponderEliminarMis amantes dicen estar hartos, de leerse libros que voy tirando por las mesas, - Si los compras tu, te los lees tu - Yo les digo que no me da tiempo con todo lo que hay en pdfs , pero que me parecieron tan hermosos por fuera, y tan atractivos sus títulos que .....ja ja ja ja
Un saludo
Que recatada se manifiesta, Frine. Mientras lean, o tengan ilusión de hacerlo, da igual que se trate de libros agradables, torvos o desaliñados.
ResponderEliminarOtro saludo!