Inquilina de la casas de acogida para inmigrantes en Chicago. 1910
Lewis Wickes Hine, (1874-1940) fue un fotógrafo estadounidense de principios del siglo XX.
Estudiante de sociología, pronto adopto la cámara de fotos como herramienta de
trabajo para sus análisis e investigaciones. De hecho, empleó las series que
iba realizando como acompañamiento al contenido de las clases que impartía. Un
método que entiendo debía ser absolutamente innovador para la época.
Fue así como surgieron las series
fotográficas que reflejan la llegada de inmigrantes a la isla de Ellis, las que
muestran las condiciones laborales a las que eran sometidos aquellos cuando
eran aceptados por fin en el país, el trabajo infantil, la vida de estas mismas
personas en barrios marginales, etc… Si hay algo que para mi diferencia a
Wickes de muchos otros autores que han recurrido a retratar la trastienda de la
riqueza, es que éste lo hace con sencillez, sobriedad, sin escorzos ni
afectación, dejando al espectador a solas con la mirada lejana y solitaria de aquellas
personas.
Hine era, ante todo, sociólogo, y
eso se nota en sus fotografías y en los textos con los que parece que casi
siempre las acompañaba. En esos breves pero rotundos escritos deja constancia de qué es lo que reflejaban
exactamente. Veamos algunos ejemplos:
Augusta, Georgia enero de 1909: “Eunice lleva trabajando en la fábrica de algodón
desde hace cinco años. Gana alrededor de 75 centavos al día. Todavía es una
adolescente y sus ojos parecen estar preguntando al futuro”
Whitnel, N. C. diciembre 1908: “Jennie mide 51 pulgadas y lleva
en la fábrica un año. Cuando le preguntamos por su edad, ella dudó y después
dijo “no me acuerdo”. Después, confidencialmente, dijo “No tengo la edad para
trabajar, pero lo hago como si la tuviera”. Gana 58 centavos al día. A veces
trabaja por las noches. De 50 empleados, 10 eran niños de su edad”
Y así una larga sucesión de
fotografías, que pueden verse aquí. Muchas de ellas son capaces de agitar
todavía el alma con esa desazón que produce la mirada desamparada de quienes
entonces tuvieron que recurrir a
abandonar su tierra. Llegaron a esta otra de promisión que primero les
cerraba el paso con una verja, y después les condenaba a servir a la prosperidad
ajena desde unas condiciones de miseria absoluta.
Esta es una lección que parece
disolverse con el paso del tiempo. De hecho, muchos de los descendientes de
aquellos inmigrantes que llegaron a la isla de Ellis, como los de aquellos que
llegaron a las ciudades más prósperas de éste o cualquier otro país europeo,
han olvidado quienes son y de dónde vienen. Parecen no recordar que las
súplicas de quienes hoy se lanzan al Mediterráneo en busca de una vida digna,
son las mismas, exactamente las mismas, que acompañaban a los cuerpos sucios y
hambrientos de sus antepasados.
No terminamos de aprender que la migración es buena, que enriquece a los países.
ResponderEliminarAprender, lo que se dice aprender, poco. Para mi que hay más miedo a lo desconocido, a lo que no se controla, que otra cosa.
EliminarLas fotos de esta emigración contemporánea son muchas más, pero tienen el añadido de clandestinidad y muerte producto de la dificultad de salvar el paso en la clandestinidad.
ResponderEliminarLamentable, muy lamentable
Kissss y Kisssss
Desgraciadamente muchas más, y más explícitas...
EliminarNunca falta una valla para cerrar el paso, ni un desalmado en un puesto relevante para criminalizar al que logre saltarla.
ResponderEliminarVamos a ver... desalmado, desalmado.. lo que es desalmado, creo que es una manera muy educada de referirse a un hijo de puta.
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