jueves, 2 de junio de 2016

La memoria desplazada

Inquilina de la casas de acogida para inmigrantes en Chicago. 1910

Lewis Wickes Hine, (1874-1940) fue un fotógrafo estadounidense de principios del siglo XX. Estudiante de sociología, pronto adopto la cámara de fotos como herramienta de trabajo para sus análisis e investigaciones. De hecho, empleó las series que iba realizando como acompañamiento al contenido de las clases que impartía. Un método que entiendo debía ser absolutamente innovador para la época.

Fue así como surgieron las series fotográficas que reflejan la llegada de inmigrantes a la isla de Ellis, las que muestran las condiciones laborales a las que eran sometidos aquellos cuando eran aceptados por fin en el país, el trabajo infantil, la vida de estas mismas personas en barrios marginales, etc… Si hay algo que para mi diferencia a Wickes de muchos otros autores que han recurrido a retratar la trastienda de la riqueza, es que éste lo hace con sencillez, sobriedad, sin escorzos ni afectación, dejando al espectador a solas con la mirada lejana y solitaria de aquellas personas.

Hine era, ante todo, sociólogo, y eso se nota en sus fotografías y en los textos con los que parece que casi siempre las acompañaba. En esos breves pero rotundos escritos deja constancia de qué es lo que reflejaban exactamente. Veamos algunos ejemplos:


Augusta, Georgia enero de 1909: “Eunice lleva trabajando en la fábrica de algodón desde hace cinco años. Gana alrededor de 75 centavos al día. Todavía es una adolescente y sus ojos parecen estar preguntando al futuro”


Whitnel, N. C. diciembre 1908: “Jennie mide 51 pulgadas y lleva en la fábrica un año. Cuando le preguntamos por su edad, ella dudó y después dijo “no me acuerdo”. Después, confidencialmente, dijo “No tengo la edad para trabajar, pero lo hago como si la tuviera”. Gana 58 centavos al día. A veces trabaja por las noches. De 50 empleados, 10 eran niños de su edad”

Y así una larga sucesión de fotografías, que pueden verse aquí. Muchas de ellas son capaces de agitar todavía el alma con esa desazón que produce la mirada desamparada de quienes entonces tuvieron que recurrir a abandonar su tierra. Llegaron a esta otra de promisión que primero les cerraba el paso con una verja, y después les condenaba a servir a la prosperidad ajena desde unas condiciones de miseria absoluta.


Esta es una lección que parece disolverse con el paso del tiempo. De hecho, muchos de los descendientes de aquellos inmigrantes que llegaron a la isla de Ellis, como los de aquellos que llegaron a las ciudades más prósperas de éste o cualquier otro país europeo, han olvidado quienes son y de dónde vienen. Parecen no recordar que las súplicas de quienes hoy se lanzan al Mediterráneo en busca de una vida digna, son las mismas, exactamente las mismas, que acompañaban a los cuerpos sucios y hambrientos de sus antepasados.

6 comentarios:

  1. No terminamos de aprender que la migración es buena, que enriquece a los países.

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    1. Aprender, lo que se dice aprender, poco. Para mi que hay más miedo a lo desconocido, a lo que no se controla, que otra cosa.

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  2. Las fotos de esta emigración contemporánea son muchas más, pero tienen el añadido de clandestinidad y muerte producto de la dificultad de salvar el paso en la clandestinidad.
    Lamentable, muy lamentable
    Kissss y Kisssss

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  3. Nunca falta una valla para cerrar el paso, ni un desalmado en un puesto relevante para criminalizar al que logre saltarla.

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    1. Vamos a ver... desalmado, desalmado.. lo que es desalmado, creo que es una manera muy educada de referirse a un hijo de puta.

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