Esto que ven aquí es la localidad
de Ziburu, a muy pocos kilómetros de la frontera de Irún. La imagen está tomada
desde San Juan de Luz, al otro lado del rio Nivelle, y a dos pasos de la
desembocadura del mismo. Tradicionalmente, estas localidades han vivido siempre
del mar, tanto del comercio, como de la pesca, y de las más que eventuales
salidas al corso, negocio muy lucrativo y al que estaban muy dadas las gentes
de la región. De hecho, a lo largo de los siglos, familias de armadores y
comerciantes fueron levantando, a medida que iban enriqueciéndose, enormes
casas familiares asomando al mar, a la bahía o a la desembocadura del rio,
frente a sus más queridas posesiones: las naves que les sustentaban.
Ya en esos tiempos hubo quien
quiso diferenciarse del resto y así, si ustedes se fijan en el conjunto de la
fotografía, verán que entre tanto edificio de estilo vasco-francés, hay uno que
resalta notablemente de los demás por ser totalmente diferente. Fíjense bien. ¿Lo
ven? Si, es el primer edificio que se ve a la izquierda de la fotografía. De él
les voy a hablar, pues algo que ocurrió entre sus paredes, como van a saber en
un momento, terminó por formar parte de la memoria musical de todos nosotros.
La casa es conocida
tradicionalmente como San Estebania, y tiene la particularidad de ser la única
de la región que ha sido construida siguiendo el estilo tradicional de las
casas holandesas. Su nombre viene de su primer propietario, Esteban d’Etcheto,
negociante y armador apasionado por las casas que conoció en sus viajes a
Amsterdam, de donde se vino con unos planos y la decisión de derribar su casa
familiar y construir una nueva con ese estilo. Esto ocurrió en 1630, y la casa se hizo tan conocida y popular, que en ella pidió alojarse el cardenal Mazarino cuando se celebraron en San Juan de Luz los esponsales de Luis XIV con la infanta española Maria Teresa en 1660. A partir de entonces, la casa adoptó el nombre de dicho cardenal. Pero este rebautizo también fue transitorio, hasta el 7 de marzo de 1875.
En esa fecha nace en San
Estebania o Mazarino, en el número 12 del Quai de La Nivelle, un hijo de Joseph
Ravel y Marie Delouart, a quién ponen de nombre Maurice. El padre, ingeniero e
inventor de origen suizo había conocido a Marie cinco años atrás en Aranjuez,
durante su viaje a España para colaborar con un equipo de ingenieros franceses
dirigidos por Gustave Eiffel en la construcción de líneas de ferrocarril.
Aunque al poco de nacer fue
llevado a Paris con su familia, Maurice continuó visitando la tierra de origen
de su madre a lo largo de toda su vida, buscando, según manifestaba, esa
luminosidad que quería reflejar en sus obras. De ahí dice que surgió Daphnis et
Chloé, y fue ahí también, entre dos baños, donde comenzó a componer el Bolero.
Era el verano de 1927 y contaba con la compañía del también compositor Gustave
Samazeuilh que explicó:
“Fui testigo del divertido
espectáculo de ver a Ravel en bata amarilla y con un gorro rojo escarlata
tocando con un dedo el tema del Bolero antes de tomar nuestro baño matutino, y
diciéndome: “La señora Rubinstein me pide un ballet. ¿No encuentra Usted que
este tema tiene la insistencia suficiente? Voy a tratar de repetirlo un gran
número de veces sin ningún tipo de desarrollo y graduando de la mejor manera el
sonido de mi orquesta”. Y ahora sabemos con qué maravillosa virtuosidad lo
consiguió”.
Fue también nadando en la playa
de San Juan de Luz hacia el año 1932 donde se manifestaron los primeros
síntomas de su amnesia: repentinamente olvidó nadar y fue rescatado antes de
morir ahogado… Era sin duda algunas una de tantas manifestaciones que durante
esos años iban dando paso a esa Enfermedad de Pick que terminaría con su vida aquél
28 de diciembre de 1937.
En el número 53 de aquella misma
calle en la que nació, rebautizada en su presencia en 1930 como Quai de Ravel,
se dio el hecho curioso de que tres años después de su muerte, vivió un tiempo Henry
Matisse, huyendo de la ocupación alemana. Cuentan que estaba tan pendiente de
retomar sus maletas para huir ante el rápido avance alemán, que apenas salía de
su habitación y como único testimonio de su estancia en dicha localidad queda su Intérieur
à Ciboure (1940) actualmente en el museo Toulouse-Lautrec de Albi.
lleva usted un ritmo de publicación imposible de seguir, yo no podría publicar tan rápido con tanta calidad ni de cerca,
ResponderEliminar.. Una casa Holandesa con más historias que el mismísimo vaticano... pro en san Juan de Luz, pues es muy curioso
Salud Charles
Se agradece el cumplido ,oiga. Digamos que tengo la intención de ejercitar el músculo de la escritura y ser capaz de desarrollar alguna agilidad en ello. Si lo fuera, podré también escribir algo que pretendo de aquí a seis meses. Ya se verá.
ResponderEliminarEL pobre Ravel se quedó sin memoria... Olvidado de sí mismo mientras cruzaba el umbral de la eternidad. Curiosa la casa que le vio nacer, si señor.
Mucha Salud y fortuna!
Digo si don Charles lleva un ritmo que nos está dejando sin resuello, ahora precisamente que yo he bajado el mío. ¿En esta casa no viviría también pasados los años una tal Bo Derek con trencitas en el pelo?
ResponderEliminarPues sería conveniente compensar ritmos. No se desanimen los supervivientes blogeros que este un medio magnífico para contar y leer... ¿Por cierto sabe usted algo de nuestra amiga "Una mirada..."? Espero que le vaya todo bien allá.
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