lunes, 20 de junio de 2016

El libre albedrío


A Merlín le habían preparado un destino de altos vuelos en eso de ejercer el mal. Pero intervino la mano divina concediéndole lo que podríamos llamar libre albedrío, y convirtió a quien iba a ser el anticristo triunfante y exitoso, en un adivinador que terminó sus días prisionero de la Dama del Lago. Es lo que tiene dejarse llevar por el propio criterio, regalado como medida preventiva por un dios combativo: que seguramente nos conduce por caminos más tortuosos y dañinos de lo que el destino que creíamos nuestro, nos tenía reservado.

Así interpreta por lo menos Roberto de Boron la historia de Merlín, que llegó a él como un relato de aluvión a través de fuentes tales como Le Roman de Brut del poeta Wace, y su inspiradora la Historia Regum Britanniae  de Geoffroy de Monmouth. Obra esta última, por cierto, postulante del derecho de los Plantagenet a la corona británica, remontándolos para ello nada más y nada menos que a la guerra de Troya.

De Roberto de Borón sólo se conservan dos poemas, unidos en un único códice de finales del siglo XIII, el MS. fr. 20.047 de la Biblioteca Nacional de Francia. En ellos se establecen las líneas maestras de una variante interpretativa del ciclo artúrico que tendría gran repercusión en obras posteriores, llegando su influencia hasta el Orlando Furioso de Ludovico Ariosto en la primera mitad del siglo XVI.

Boron nos habla de Merlín como personaje histórico que vino al mundo a consecuencia de una conspiración diabólica. El plan era enviar a la tierra un anticristo capaz de convencer a los humanos de renegar de la redención divina. De paso, idean hacer una parodia de la encarnación, para lo que los diablos deciden enviar a uno de los suyos a unirse con una monja a la que han dormido profundamente. Pero  a la vista de ello, en vez de evitarlo, lo que se le ocurre a la divinidad es dotar a ese niño de libre albedrío y conocimiento de los hechos futuros… El resto es ya sobradamente conocido por todos.

Para cuando Boron nos cuenta esta variante de la historia, Merlín ha recorrido un largo camino. Parece ser que empezó siendo una mezcla del druida Myrddin celta y de un sabio niño con misteriosos poderes, el cual, según cuentan las leyendas galesas, se había acercado por iniciativa propia como consejero a los sucesivos monarcas de Inglaterra, hasta el advenimiento del rey Arturo.

Últimamente son varias las alusiones que se hacen en el vecindario a la capacidad de decidir. Y a uno le queda la duda, viendo todo esto a toro pasado, de si lo del libre albedrío era realmente cierto, o se trataba de un engaño de la divinidad para que el bueno de Merlín cumpliera fielmente su cometido, con el convencimiento de que esa era su voluntad. O, al menos, su destino...


4 comentarios:

  1. Se me antoja sabio en entrar en las camas, que no es poco, vamos un arrullamozas el Merlin.

    Kissss y Kissss

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    1. Merlín no lo sé, pero el don Diablo de su padre, el que sale retratado aquí, ese si que lo es.

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  2. ¿Alguna vez podemos estar seguros de que obramos libremente? Y no me refiero al dictado de un ser supremo, sino simplemente de todo lo que nos rodea y nos ha rodeado a lo largo de nuestra vida. Freud habló mucho de eso.

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    1. Nunca, creo yo. Esos condicionantes, las circunstancias, el estado de ánimo, etc... son las piezas que componen el puzle de nuestras decisiones...

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