viernes, 3 de junio de 2016

La carta amorosa


Durante el siglo XVI, los dos Clouet, Jean, el padre y Francois, el hijo, pintores de la corte de los reyes de Francia, dieron título de nobleza a una modalidad de arte en la que hasta entonces no se había reparado demasiado: los retratos a lápiz. Con ellos, éstos pasaron de ser esquemas preparatorios, a obras artísticas completas. Prueba de lo que digo es que todas las grandes figuras de la corte de los Valois, desde los reyes hasta el último de los nobles, reclamaron la habilidad de los Clouet a la hora de hacerse con un retrato acorde con su posición. Incluso los poetas contemporáneos les cantaron suplicando que hicieran uso de su habilidad para el dibujo. Así lo hizo, por ejemplo Pierre de Ronsard en su “Premier Livre des Amours” dedicando una elegía a Francois Clouet, a quien todos conocían por el apelativo de Janet:

"Pein moy, Janet, pein moy, je te supplie,
Sur ce tableau les beautez de m’amie
De la facon que je te les diray"

(“Píntame, Janet, píntame, te lo suplico,
Sobre este lienzo las virtudes de mi amada
De la manera que yo te las diré”)

La composición de sus dibujos era de una gran simplicidad y de un modernismo fascinante: sobre todo por esas miradas llenas de intensidad, concentrando toda la atención de la nuestra cuando nos enfrentamos, aún cinco siglos después, a su presencia. Olvidamos todo lo demás, excepto cuando ellos mismos nos hacen saber que no debe ser así, desplegando una habilidad en el detalle de un vestido, adorno u otro elemento cualquiera, que parecen querer decirnos a las claras algo más de ese personaje… Aunque ahora nosotros no lo veamos claro, ni sepamos siempre a qué se refiere.

Pero la mirada, esa mirada… Dos líneas sobre ella antes de cerrar.

La mirada en las obras de Jean y Francois Clouet es algo de lo que resulta difícil escabullirse, a pesar de que en apariencia sean otros los elementos de atención… No hay más que recordar, además de los mencionados dibujos a lápiz, el retrato de Diana de Poitiers y, sobre todo, la de la que suele llamarse “la enamorada” en “La carta amorosa”.


François se inspiró en tres célebres personajes de las comedias populares de la época para realizar La Carta Amorosa: una vieja alcahueta que sostiene una carta en su mano derecha;  el enamorado, un atento joven que seguramente ha apañado con la anterior el encuentro, y cuya circundante mirada atraviesa la pintura hasta finalmente caer sobre la protagonista. Por último, está la llamada “la enamorada”, resaltada en su blanquísima desnudez, tan del gusto de la época, cubierta solamente por un delgado velo y una perla  como símbolo de modestia, pureza y castidad…

Es aquí donde para mí está el encanto de la composición: después de todo el juego de miradas descrito hasta ahora, la joven al recibir la de su enamorado, sin disimulo, con frescura, se la devuelve al espectador.

 ¿Es o no es delicioso?

Lo mismo que un viernes con todo el fin de semana por delante.


Disfrutenlo. 

4 comentarios:

  1. Hay una técnica antigua también, que mi padre utilizó mucho, de lápiz combinado con aguada de tinta o de acuarela y en el museo de la colección Gómez Moreno, en el Carmen de la Fundación Rodríguez Acosta, hay una buena colección de este tipo de dibujos.

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    1. Gracias por el aporte, que he visitado para echar una ojo a las colecciones que dice. Por cierto que he encontrado en el fondo bibliográfico dos curiosas ediciones; una del Quijote, impresa en Lyon, "Leon de Francia" en Castellano; y otra de Quevedo.

      Salud!

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  2. Hermoso todo todo tal como lo cuenta, aunque discrepo un poco en lo buenos que fueran pintando, digo pintando no dibujando, tanto padre como el hijo, como que les falta un hervor para lo que se estaba pintando por sus tiempo. En el propio cuadro que nos cuenta, está plano sin fondo y demasiado encajados como demasiado hacia delante rellenando el cuadro, el contorno esfumado a contracolor lo domina pero a un solo color no, la chica tiene ese esfumado sombreado que me recuerda a Cranach del que decían "crudo", totalmente superado por los italianos a finales del cuatrocientos, ahora bien, la obra, a mi no me resulta desagradable, queda muy sensual...
    Recuerdo otras interpretaciones, "el amante" podría ser el marido mercader y la carta que le llega de él de manos del ama de llaves, no necesariamente sería una escena picaresca, aunque me gusta más la suya

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    1. Desde luego así da gusto. Está claro que lo que se debe es hacerles discrepar para que a cambio nos regalen con un comentario tan acertado y bien compuesto como el suyo.

      Comparto que técnicamente la obra puede dejar que desear en algunos aspectos, más aún si lo comparamos con sus vecinos italianos. Me consta, además, que de esfumados no es que sepa más que yo, que no es difícil, sino que es algo que domina bastante bien.

      Pero como pintores -digamos pintando-, sin considerarlos extraordinarios, creo que son, simplemente, diferentes. Hay parte de su técnica que, en mi opinión, puede deberse a que estos eran esencialmente retratistas, y lo que ejecutan es un retrato aunque no tengan que hacerlo. Aunque tengan que narrar mas que describir. Es más, si no es exageración ese "De la facon que je te les diray", podemos pensar que estos señores estaban más sujetos a la obligación de satisfacer los gustos limitados de sus mecenas que sus vecinos italianos...

      Ese abigarramiento, esa forma de estar demasiado encajados como dice usted, a mi no me parece mal y centra mejor al espectador en el juego de miradas del que hablo...

      De cualquier modo, suscribo la práctica totalidad de su comentario. Y lo agradezco enormemente, como usted imagina. Pero discrepo, o no tengo claro, que se debe totalmente a la falta de técnica o habilidad de los autores.

      Eso si, le diré que fue primero el encuentro con la mirada de la enamorada de ese cuadro- Todo lo demás vino después. Fue, por tanto, algo absolutamente instintivo, fuera de toda valoración objetiva. Así tiene uno el gusto que tiene...

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